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El Estanque, de Petar Pasic, y el auge del cine de sectas.

5 minutos de lectura

Por César Humberto Heil.

El camino hacia la iluminación.

Es evidente que el mundo entró en un inexorable proceso de cambio. Diferentes procesos de trasformación que se fueron dando a lo largo de más de una década de manera imperceptible, pero sostenida, así lo indican. Movimientos por el cambio climático o el veganismo son un claro ejemplo, por no poner las manifestaciones sociales ante el abuso del poder policial. Pero fue la pandemia del COVID-19 la que ha expuesto con mayor presencia a estos movimientos y a muchos otros, acelerando aún más esta trasformación. 

La humanidad se empezó a dar cuenta que era imperioso poner algunas cosas en orden antes de que se produzca el colapso mundial. Los seres humanos iniciamos el camino hacia un nuevo orden mundial, marcado por una profunda elevación espiritual, en donde las distintas creencias religiosas y filosóficas están siendo revisionadas desde una mirada más ancestral y antropológica, y puestas nuevamente en discusión. 

Existe actualmente la necesidad colectiva de encontrar respuestas a interrogantes filosóficos, metafísicos y espirituales que antes habían sido aplastados por la hegemonía dominante de las religiones mundiales, especialmente por la religión católica que, en nombre de Dios, privó a la humanidad de acceder a conocimientos milenarios, provocando así un retraso en la evolución cultural y científica de más de 700 años.

Pero el tiempo ha llegado y gracias al impulso que trae esta trasformación, muchas personas han empezado a replantearse viejas teorías, incluso aquellas de carácter indiscutible.  

Así surgen movimientos como los terraplanistas, que se animan a poner nuevamente en discusión una antigua creencia en la que se pensaba que la tierra era plana y no redonda, o aquellos que retoman los conceptos de George Berkeley y su teoría del conocimiento, en la que el filósofo planteaba que la realidad sólo existe en la medida en que es percibida por la mente (base, junto con la teoría del simulacro de Jean Baudrillard para el desarrollo de la trilogía Matrix).

También ha cobrado mucha fuerza en estos últimos años la teoría de los antiguos astronautas, que explica a la humanidad desde una concepción extraterrestre, mientras algunos, más osados, asumen que todo lo que vivimos nos es otra cosa que una simulación virtual, creada por alguna inteligencia superior desconocida. 

Películas de sectas, las preferidas de muchos cineastas.

En 1973 el director británico Robin Hardy se animó a dirigir una adaptación de la novela de El hombre de mimbre, de David Pinner, y el resultado fue una revolucionaria y visionaria película de sectas ancestrales en la que combinaba a la perfección el género policial con el de horror religioso, en el que se incluían escenas de sexo grupal, lésbico y con mujeres desnudas, libidinosas y envueltas en gigantescas serpientes, algo realmente polémico para la época. 

El hombre de mimbre es, a mí entender, la pionera en películas de este tipo, y de seguro, fue inspiración para muchos cineastas actuales que, en este contexto de nueva espiritual, han buscado plasmar algunos de los interrogantes mencionados en sus films. Así surgen directores como Justin BensonAaron Moorhead y su trilogía PrimaveraEl infinito y Sincronicidad , o Ari Aster y sus dos joyas de terror ancestral como Hereditary y Midsommar. En esta última la influencia de El hombre de mimbre es muy evidente. También encontramos a David Prior con El hombre vacío, y la reciente El estanque, de Petar Pasic

Incluso, la televisión ha incorporado este tipo de historias recientemente, con el estreno de la serie de HBO El tercer día, protagonizada por Jude Law.

Entre todos estos films y series destaca, al igual que en la fascinante El hombre de mimbre, el cine de sectas, algo que en concordancia con esta búsqueda de iluminación ha ido desarrollando cierto auge en la cinematografía actual, y se ha posicionado fuertemente en un público que cada vez consume más este tipo de historias.

En El infinito, de Benson y Moorhead, la trama gira en torno a un culto ligado al mundo extraterrestre y a dioses, con aroma al universo de Howard Phillip Lovecraft. En Hereditary y Midsommar, Aster propone una visión terrorífica de los cultos ancestrales y paganos, en donde los dioses no son seres de otros mundos, sino algún tipo de entidad maligna.

En El hombre vacío, de David Prior, se habla de una extraña secta que se basa en la idea de que la realidad no existe como tal y sólo se trasmite a través de iluminados que funcionan como antenas.

En este caso, me quiero detener en El estanque (2021), film serbio del director Petar Pasic. ¿Por qué hago foco en este film, que de todos sea quizá el más flojo en muchos aspectos? Porque en su oscura y retorcida historia, alberga mucho de los temas que vine planteando desde el comienzo de esta nota, incluso combinando algunas viejas teorías que hoy están empezando a aflorar nuevamente.

El film arranca con un científico despedido de la universidad y recluido en una pequeña isla, otro guiño a El hombre de mimbre. El científico se encuentra en pleno proceso de una extraña y compleja investigación sobre la existencia de la realidad y si verdaderamente la vemos en su totalidad, se ve abrumado al punto de hacerse preguntas del tipo “Si el ojo humano puede ver sólo dentro de un rango del espectro de luz, significa que si algo habita fuera de ese campo visual, no significa que no exista por el solo hecho de que no lo vemos” (hace referencia a que el ojo ve hasta un determinado espectro de luz).

Su investigación lo lleva a un estado de verdadera confusión, en donde la “realidad” y las pesadillas lo trastornan, al punto estar convencido de que el apocalipsis está cerca y que su misión es evitarlo.

El profesor cree que lo que vivimos no es otras cosa que una simulación diseñada por un ser superior, que nos piensa y nos crea. De esta forma, se deja planteada la idea que ya había sido formulada por Jorge Luis Borges en Las ruinas circulares y por Adolfo Bioy Casares en La invención de Morel, de que nuestras vidas no son otra cosa que el sueño de un durmiente al que no debemos despertar (la canción que cantan las niñas al final así lo revela).

Con imágenes magistralmente compuestas y unos climas que presagian el apocalipsis como pocas, El estanque si bien no termina siendo una gran película por varias razones como su enredado guion, sus malas actuaciones, su incompresible audio en inglés y su ambigüedad en el mensaje final, no deja de ser una interesante propuesta del género de horror religioso. Críptica, por momentos aterradora y siniestra, El estanque es un film onírico, revelador y oscuro con el trasfondo de una secta en donde sólo los iluminados logran la aceptación de ese gran Dios que todo lo ve. «Deus Ex Machina»

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