La Mare del pueblo.
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Por César Humberto Heil.
Cuando era muy pequeño en la televisión había una serie llamada Payton Place, conocida en la Argentina como La caldera del diablo. En esa serie, se mostraba a un pequeño pueblo del interior estadounidense y a su gente, y lo hacía desde las miserias que todo pueblo chico esconde, miserias humanas que iban desde infidelidades, embarazos adolescentes, rivalidades de poder, celos y alguna que otra historia violenta. Ver Payton place era sumergirse capítulo tras capítulo en esa idea de que toda comunidad pequeña está llena de secretos, que a veces no conviene revelarlos, porque es mejor ocultar la basura debajo de la alfombra y dejar que todo transcurra entre los muros de cada casa.
¿Por qué arranco esta nota hablando de la serie Payton Place? Porque “Mare of Easttown”, de la cadena HBO, es en alguna medida una producción que se nutre con ese espíritu de pueblo pequeño en donde la vida diaria está llena de sorpresas, en especial para la detective Mare Sheehan, que debe enfrentarse desde problemas domésticos menores, hasta un misterioso asesinato que pondrá su ya conflictuada vida, patas para arriba.

Pero Mare of Easttown es mucho más que esa anécdota, es un profundo drama humano, que aprovecha el nudo narrativo alrededor del asesinato de la joven Erin Mcmenamin para hablar sobre temas tan trascendentales y profundos como el rol de la mujer, la maternidad, la pérdida y las disfuncionalidades familiares.
La maternidad es casi central, Mare ha perdido a su hijo víctima de suicidio y lucha por la tenencia de su nieto Drew Sheehan con su madre Carrie Layden, que quiere recuperarlo a pesar de ser una drogadicta y no estar en condiciones mentales de hacerse cargo. El asesinato de Erin, deja a su pequeño hijo en manos de su supuesto y violento padre Dylan Hinchey y Mare intenta recomponer su vida sentimental con el profesor Richard Ryan mientras se ocupa de su hija adolescente Siobhan, quien busca encontrar su identidad sexual.

Pero Mare también oficia de psicóloga y pone sus oídos para atender los problemas de pareja de su amiga Lori Ross. Es una tarea para la cual no está emocionalmente preparada, su vida es un verdadero caos, apenas puede con sus asuntos personales, pero ella es la Mare de todos, la que debe contener, la que debe lidiar con los conflictos de otros, aunque tan solo sea escuchando. Esta sobrecarga de tareas la agobia, la sensibiliza y la hace más vulnerable ante sus inseguridades e incertidumbres. Vive al límite de sus emociones, atrapada en un caso difícil, en donde cualquiera puede ser sospechoso y eso Mare lo sabe, entiende que a pesar de conocer a cada uno de los habitantes del pueblo su principal razón, y a pesar de su vida personal fuera de eje, es la de encontrar al responsable de la muerte de Erin.

Como es habitual en este tipo de historias, la trama fluctúa entre uno y otro personaje, entre certezas y pistas falsas, entre sospechas sin sustento que se derrumban como castillos de naipes con el trascurrir de los capítulos. Todo es un juego de enigmas, un galimatías en donde cada uno de los personajes involucrados juegan su rol a favor de hacer avanzar la historia y llevar al espectador por los caminos que el guionista Brad Ingelsby pretende. Este juego de idas y vueltas quizá sea la parte más convencional de la serie, pero es entendible y hasta diría necesario.

Un párrafo aparte y para destacar con mayúsculas, es la actuación de Kate Winslet en el papel de Mare. Su actuación es la perfección en sí misma, sus gestos, sus formas de relacionarse con los demás personajes, la impostura corporal y de su voz , y el nivel de personificación que logra es lo mejor que le he visto en toda su carrera. Winslet logra emocionar hasta al más duro y no solo eso, sino que agiganta exponencialmente a una historia, que de haber sido otra la elegida, quizá no hubiera tenido los mismos resultados.

El director Craig Zobel, conocido por Compliance (2012), Z for Zachariah (2015) y la reciente The Hunt (2020) hace gala de su destreza como narrador y logra, gracias una acertada selección de planos y movimientos de cámara, desmenuzar con mano quirúrgica, la idiosincrasia de un pueblo clausurado por los secretos, en donde cada una de las miserias humanas se repiten como un constante devenir cotidiano, como la condena de Sisifo a llevar siempre la misma piedra y que solo se ve alterado por el asesinato de Erin.