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Benedetta.

5 minutos de lectura

Por Daniel López Pacha.

Benedetta es una película dramática biográfica francesa-holandesa, dirigida y coescrita por Paul Verhoeven junto a David Birke. La película se basa libremente en el libro de no ficción de 1986 Immodest Acts: The Life of a Lesbian Nun in Renaissance Italy de Judith C. Brown y está producida por Saïd Ben Saïd. La fotografía estuvo a cargo de Jeanne Lapoirie y la música corrió por cuenta de Anne Dudley. La película fue distribuida por Pathé. La filmación se extendió desde julio del 2018 a septiembre del 2018, en locaciones como Perugia, Umbria, Italia; Montepulciano, Siena, Tuscany, Italia; Bevagna, Perugia, Umbria, Italia; Abadía de Thoronet, Francia; Abadía de Silvacane, Francia.

Está protagonizada por Virginie Efira (Benedetta Carlini), Lambert Wilson (El Nuncio), Daphne Patakia (Bartolomea), Charlotte Rampling (La Abadesa), Olivier Rabourdin (Alfonso Cecchi), Clotilde Courau (Midea Carlini, madre de Benedetta), David Clavel (Giuliano Carlini, el padre de Benedetta), Hervé Pierre (Paolo Ricordati) y Louise Chevillotte (Monja Christina).

Sinopsis: Italia, finales del siglo XVII, en plena propagación de la peste, Benedetta Carlini llega como novicia al convento de Pescia, en la Toscana. Desde muy joven, Benedetta es capaz de hacer milagros. Pronto, su vida tranquila es perturbada por una serie de visiones, tanto religiosas como eróticas, y comienza así una relación romántica con una de las monjas del convento en el que reside.

Un poco de Historia.

Benedetta Carlini (1591–1661), fue una monja, mística y lesbiana, que vivió en la Italia de la Contrarreforma, durante los siglos XVI y XVII. Nació en una familia de clase media italiana, que pudo comprarle una plaza en el Convento de la Madre de Dios en Pescia, permitiéndole una vida confortable. A los treinta años, Benedetta fue nombrada abadesa, pero comenzó a tener una serie de visiones en las que hombres trataban de matarla. Temerosas de que Benedetta estuviese endemoniada, las demás monjas la asignaron a su celda. Las visiones más terribles cesaron, pero siguió teniendo visiones sobrenaturales. Las visiones llegaron a oídos del papa, entregado a la Contrarreforma y determinado a silenciar a los místicos potencialmente peligrosos si mostraban signos de espiritualidad independiente o herética. A pesar de que visitaron tres o cuatro veces a Benedetta, no fue hasta que interrogaron a la hermana Bartolomea, que descubrieron que Benedetta y Bartolomea eran amantes. Según el relato de Bartolomea, la hermana Benedetta la obligaba a hacer el amor con ella y ambas experimentaban las epifanías místicas que la hermana Benedetta describía. Benedetta fue despojada de su rango y encarcelada, en donde murió.

Paul Verhoeven nos presenta una historia basada en un personaje real, una religiosa del Siglo XVI que residió en un convento de Pescia y cuyas visiones llegaron a oídos de las altas esferas de la Iglesia. Basándose en un hecho real que sucedió siglos atrás, el director nos acerca la historia y trae un mensaje acorde al día de hoy. En esta nueva cinta, el cineasta es fiel a su estilo, con excesos, escatología y subversión. Todo ello para hablar de la represión de esa época, junto a una evidente crítica hacia la hipocresía de la Iglesia.

El film contiene ese fulgor morboso que es muy propio del director, tan visto en sus otras cintas. Las escenas sexuales son explícitas, pero no abusa de ellas, logrando reivindicar el placer y la sensualidad. Utiliza la provocación para hacer una crítica y presentar un personaje femenino fuerte, y reflexiona con su historia sobre las reglas impuestas por el catolicismo a sus feligreses, mostrando ciertos tabúes que se mantienen al día de hoy. Sobre todo, demuestra que tales creencias no están reñidas con el deseo.

Verhoeven sigue atentando contra los pactos morales, explorando asuntos relacionados con el sexo, la religión y la violencia. En concreto, retrata episodios de masoquismo, voyeurismo, represión, sadismo, perversión y rebelión, junto a las luchas por el poder. Cada uno de esos elementos se encuentran en Benedetta, que asimismo confirman la habilidad del director a la hora de transitar la fina línea que separa lo sublime de lo ridículo.

Algo excesivas por momentos, tenemos una colección de exabruptos profanos, que no vacilan a la hora de mostrarnos relaciones sexuales y cuerpos desnudos, tampoco al representar los horrores de la peste y los efectos de los estigmas sobre la carne, en un espectáculo de fluidos de todas las formas, texturas y colores.
En sí, el film encierra algo envidiable, con una puesta en escena precisa, una dirección de fotografía impoluta y unas interpretaciones que mantienen la tensión justa para no caer en el histrionismo, mención especial para Virginie Efira, todos espléndidos y tremendamente inmersos en el juego del director. También tiene una ambientación extraordinaria, primeros planos con todos sus detalles y una música excepcional.

Verhoeven introduce un elemento aún más turbio, una figura de madera de la Virgen que las monjas lesbianas tallan hasta darle la forma de un falo, para usarlo así como consolador en sus juegos sexuales. Este elemento ha inquietado a ciertos sectores católicos, que han llegado a pedir la retirada del film. Uno de ellos es la plataforma CitizenGO, que lleva recogidas 200.000 firmas de una petición al millonario francés Jérôme Seydoux, copropietario de la productora Pathé, para que no siga distribuyendo este material altamente ofensivo. 

Es excesiva, cruda, irreverente, es el gran triunfo de la libertad creativa de un cineasta que no parece resignado a dejarse domesticar por la industria cinematográfica. Es un buen ejemplo de cine de autor, que se alza con una historia real dramática, para transformarla en ese esparcimiento que el director ha decidido concederse a esta altura de su carrera, en la que no le queda nada más por demostrar.

Verhoeven ha querido dejar en claro que su principal interés era indagar sobre la religión y lo sagrado. La película llega después de una infructuosa tentativa de adaptar a las pantallas el libro que Verhoeven escribió sobre Jesús de Nazaret en 2007 y que iba a llevar el título de “Jesús, el hombre”.

En Variety, el director dijo: “No entiendo realmente cómo se puede blasfemar sobre algo que ya sucedió, incluso en 1625. No se puede cambiar la historia, no se pueden cambiar las cosas que sucedieron, y yo lo basé en las cosas que sucedieron. Así que creo que la palabra blasfemia en este caso es estúpida”.

Estando en pleno siglo XXI, la sexualidad de la mujer sigue despertando ciertos sentimientos encontrados. Se puede hablar de ciertas cosas, pero ir mostrándose en todo su esplendor, sin tapujos, sigue siendo algo ofensivo, depravado y para algunos pernicioso, e incluso un insulto.

Queda en cada espectador decidir si es blasfema o no. Como ya dijo el director, esto ya pasó y solo quiso representarlo para mostrar las decisiones de la Iglesia. ¿O acaso no somos seres humanos y tenemos nuestras debilidades?

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