LOS INOCENTES.
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Por César Arturo Humberto Heil.
Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio.
En esta ocasión hablaremos de Los inocentes de Eskil Vogt.
La maldad encarnada en niños es unos de los temas que el cine ha abordado en varias oportunidades, y casi siempre con resultados que van de aceptables a muy buenos. Solo basta recordar clásicos como Village of the Damned (1960) de Wolf Rilla y el remake de 1995 que dirigió John Carpenter, ¿Quién puede matar a un niño? (1976) de Narciso Esteban Serrador, The good son (1993)de Joseph Ruben, The Children (2008) de Tom Shankland, La huérfana (2009)de Jaume Collet – Serra y Caso 39 (2009)de Christian Alvart.
Los inocentes (2021) filme noruego del director Eskil Vogt (Blind) es un nuevo intento por abordar la temática de la maldad en “envase chico”, pero desde una mirada completamente diferente a todas las otras películas que he mencionado.
El filme, si bien utiliza elementos del género del terror combinados con lo paranormal, lo hace al ritmo pausado del cine nórdico, y es precisamente esa lentitud, ese alargamiento en la duración de las tomas y algunas temáticas que plantea, lo que lo hace destacar del resto.
La historia se centra en una familia que se muda a un complejo de edificios en los suburbios de Oslo en plena época de vacaciones. El matrimonio tiene dos hijas, Ida y Anna, Ida es la menor y Anna la mayor la cual tiene un severo grado de autismo, al punto de comunicarse solo a través de balbuceos inentendibles.
En una de su recorridas por el bosque que rodea al complejo, Ida conoce a Benjamín, un niño extraño que rápidamente le muestra que tiene poderes para mover los objetos con solo usar su mente. Para Ida, esto es algo increíble y divertido, lo que la lleva a que rápidamente lo acepte como un nuevo amigo.

En otro de los departamentos, se encuentra Aisha, una niña con vitíligo en el rostro y que también tiene poderes extrasensoriales, los cuales parecen estar conectados con Anna. Aisha, puede sentir y saber lo que le sucede, incluso comunicarse con ella telepáticamente y hacer que pueda comenzar a hablar.
Es en este contexto de niños “freaks” en donde Los inocentes desarrolla su trama, la cual va escalando en tensión y perversidad a partir de que Ida y Benjamín arrojan el gato de Aisha por el hueco de las escaleras para después ser brutalmente rematado por Benjamín, quien le rompe el cuello mientras disfruta con el sonido que producen los huesos al quebrase. Son los primeros indicios de que algo no está bien y que un aura malvada rodea a ese niño.
La situación irá empeorando cuando Benjamín empiece a darse cuenta de que el poder que posee puede ser usado a su favor. Dominar la mente de las personas será su próximo paso, lo que lo llevará a subir un escalón más en su trasformación de niño, inicialmente inocente, a un ser realmente malvado y cruel. Pero tiene un oponente, tan poderoso como él, es Anna, que con la ayuda de Aisha ha demostrado que también puede crear grandes campos de energía con tan solo pensarlo y solo ella, será la única capaz de detenerlo después que él se encargue de eliminar a Aisha, haciendo que su madre la asesine con un cuchillo.
Los inocentes podría haber sido una típica película de mutantes, al estilo X Men o The new mutants, pero no lo es. La principal razón es porque el filme en realidad nos habla sobre la transición de la infancia a la preadolescencia dentro de una sociedad caracterizada por una visible frialdad en las relaciones familiares. Esto se puede apreciar al ver como esas habilidades paranormales de los niños, que suelen ser comunes a determinada edad, son totalmente ignoradas por los adultos que no ven, o no quieren ver, los cambios en el comportamiento y carácter de sus hijos.
Es muy interesante como el director y guionista Vogt compone el perfil psicológico de los niños, los cuales dialogan en esa dualidad de la infancia a la preadolescencia. En muchos casos no pueden comprender del todo la brutalidad de algunos actos, como así tampoco el origen y el porqué de sus habilidades. Es habitual verlos después de presenciar una situación horrible, que espantaría a cualquier adulto, sonreír de manera inocente.
En este sentido, pero ya desde un costado más oscuro, es reveladora la escena en donde Benjamín, después de una discusión con su madre, hace volar un sartén y la golpea en la cabeza para luego arrojarle agua caliente. El niño observa inmutable como su madre pide ayuda sin hacer nada y así permanecerá por un tiempo hasta que deje de hacerlo, momento en el cual entiende la gravedad de lo que ha hecho y reacciona entre enojo y llanto y por primera vez llama a su madre ya muerta.
Las actuaciones de los niños Rakel Lenora Fløttum (Ida), Alva Brynsmo Ramstad (Anna), Sam Ashraf (Benjamín) y Mina Yasmin Bremseth Asheim (Aisha) son increíbles. Sus interpretaciones demuestran el buen ojo que ha tenido el director junto con el equipo de reparto en la elección del elenco. Cada uno expone sus aptitudes para la actuación en la composición de sus difíciles personajes, haciéndolos verosímiles y por lo tanto muy creíbles, algo muchas veces difícil de conseguir cuando se trabaja con niños.
Los inocentes es un filme distinto, que se cocina a fuego lento y que perturba desde el inicio. Esto lo consigue al combinar magistralmente distintos sub conflictos como la disfuncionalidad familiar, los celos entre hermanos, la necesidad de ser aceptado a pesar de las diferencias físicas y étnicas y el racismo y la inmigración. Con el abordaje de todos estos temas, el terror con el que se quiere vender a la película es completamente anecdótico y pasa a un segundo plano. Los inocentes, es en realidad un potente drama con toques de horror paranormal que seguramente enamorará a muchos fans y que posiciona, junto con Lamb (2021) de Valdimar Jóhannsson,al cine de la región escandinava como una nueva usina de contenidos de calidad, con temáticas interesantes y mensajes profundos y que habrá que tener en cuenta de aquí en adelante.