Prisioneros en Ghostland.
4 minutos de lecturaPor César Arturo Humberto Heil.
Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio.
El director Sion Sono saltó el charco lleno de peces de color naranja con la intensión de engrosar las huestes de realizadores que prueban una mejor suerte en el país del norte. Lamentablemente, y a pesar de haber contado en el elenco con uno de los actores más emblemáticos y todavía vigentes de los films de acción, como es Nicholas Cage, arrancó con el pie izquierdo.
Prisioneros en Ghostland (2021) es un verdadero pastiche, por momentos incomprensible, que hace de la mixtura entre el mundo occidental y el oriental un revuelto gramajo, pero sin huevos. Ambientada en un mundo distópico y extraño, el film de Sono es un producto fallido por donde se lo mire. El guion, escrito por Aaron Hendry y Reza Sixo Safai, está repleto de situaciones tan inverosímiles que hasta un niño saldría espantado. Esto provoca en el espectador una sensación de incertidumbre, al no entender bien cuál es el mensaje que se quiere transmitir.
Hero (Nicholas Cage) es un delincuente que, junto a Psycho (Nick Cassavetes) roba un banco en donde las cosas no salen nada bien y el violento compañero termina matando a un niño. Psycho escapa y Hero es atrapado y condenado a prisión.
Luego de pasar varios años encadenado las cosas parecen cambiar, cuando El gobernador (Bill Moseley), un hombre poderoso, le propone obtener su libertad a cambio de encontrar a su sobrina Bernice (Sofía Boutella) que ha escapado. Claro que no todo lo que reluce es oro, y hay algunos castigos que recibirá si no trae de regreso a la joven en 24 horas. Hero llevará un traje inteligente, lleno de bombas estratégicamente repartidas en los brazos, las piernas, el cuello y los genitales, las cuales explotarán simultáneamente pasado ese tiempo. También irán explotando de a una en caso de que tenga alguna actitud violenta contra su sobrina o intente quitarse el traje.
A Hero no le queda otra que aceptar el desafío. Pero existe otro problema, y es que más allá del límite en donde se encuentran, la situación es extremadamente peligrosa. Las carreteras están controladas por bandas de delincuentes al mando de Psycho, quien ha sufrido terribles daños en su piel al ser expuesto a la radiación nuclear y que atacan a cualquiera que quiera cruzar a través de su territorio.
A pesar de las bandas delictivas, Hero se las arreglará para encontrar a Bernice en Ghostland, un asentamiento de marginados liderado por una suerte de predicador llamado Enoch (Charles Glover). Una vez allí, buscará la manera de llevarla de regreso con El gobernador, antes que se le acabe el tiempo y su cuerpo sea desmembrado por las bombas. La tarea no será nada fácil. Bernice tiene su carácter y no quiere saber nada con regresar. Hero, que es un hombre de pocas palabras, temperamento irritable y que acaba de perder un testículo por la explosión de una de las bombas, llevará de regreso a Bernice con su tío, pero sus intenciones no serán solo cumplir con lo pactado, sino terminar con la tiranía impuesta por El gobernador.
Lo mejor del film está en sus imágenes surrealistas, su ambientación post apocalíptica y el vestuario. Son muy disfrutables los planos en ralenti de toda esa variopinta fauna de personajes exóticos, con llamativas y coloridas máscaras y los maniquís vivientes de Ghostland.
Lo peor está en su guion, que es enrevesado e inverosímil, lo que provoca actuaciones acartonadas con parlamentos casi leídos, en donde Nicholas Cage nunca puede imponer su particular talento para estos films.
En cuanto a las escenas de acción, están mal coreografiadas y cada golpe o movimiento de katana nunca llega a verse creíble, lo que es verdaderamente inadmisible viniendo de un director japonés. Por otro lado, Sono nunca se juega por el derrame de sangre y prefiere usar el fuera de campo en escenas de decapitaciones a cambio de una imagen de cabezas rodando por la tierra reseca. Esta elección de un estilo más sugerente y menos explícito hubiera quedado bien en otro tipo de film, pero aquí se asemeja más a un intrascendente caño tirado por un jugador de fútbol en un lateral. Todo esto hace que las escenas de acción sean bastante light para los amantes del género. Quizá, con algo más de gore, el film hubiera elevado un poco la puntuación.
Tampoco se explota demasiado toda esa posible tensión que se generaba a través de las bandas de delincuentes en el camino, al estilo Mad Max. Los enfrentamientos violentos que uno imaginaba entre Hero y Psycho, por lo ocurrido en el banco, quedan solo en meras expectativas y nada de eso sucede. El encuentro entre ambos se resuelve de manera irrisoria con una conversación estúpida y sin sentido.
Prisioneros en Ghostland es un film pasatista, intrascendente, que no aporta nada nuevo al género, ideal para ver un domingo lluvioso y sin partidos de la liga de fútbol. Esperamos que este traspié en la meca del cine del director de Cold fish (2010) quede solamente en eso y pueda regresar con un producto más acorde a lo que ha demostrado a lo largo de su extensa carrera.
Disponible en Flow a través de la plataforma Paramount.
Calificación: Regular.