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Justicieros.

3 minutos de lectura

Por César Arturo Humberto Heil.

Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio.

El efecto dominó.

De acuerdo con las leyes de la física tradicional, si se conocen las condiciones iniciales de un objeto, es posible predecir con relativa facilidad su comportamiento en el futuro. Pero con el surgimiento de la Teoría del caos a mediados del siglo veinte y gracias al físico Edward Lorenz, las cosas cambiaron.

Según esta teoría, existen pequeñísimas variaciones iniciales que con el tiempo hacen imposible que estas predicciones sean exactas. En la práctica, la teoría del caos explica que como es imposible obtener datos exactos, a partir de cierto punto esta predicción se vuelve inestable y por lo tanto indeterminable.

Pero ¿qué tiene que ver la teoría del caos con esta crítica se preguntará el lector? Todo. Porque Justicieros (2020) del director danés Anders Thomas Jensen, es el perfecto ejemplo de cómo funcionan esas acciones que no podemos anticipar y, por ende, controlar, algo similar a cuando volteamos una ficha de dominó.

Todo comienza con una serie de hechos encadenados, los cuales terminarán desatando una tragedia a gran escala. Markuss, interpretado por un impresionante Mads Mikkelsen, es un militar de carrera que le informa a su esposa Emma y a su hija adolescente Mathilde (Andrea Heick Gadeberg) que deberá quedarse tres meses en el frente y no podrá estar con ellas como estaba previsto.

Instantes después, el motor del auto familiar se niega a arrancar y madre e hija deciden tomar un tren. En ese tren viaja Otto (Nikolaj Lie Kaas) un experto en algoritmos y probabilidades matemáticas, que casualmente está sentado en uno de los asientos del mismo vagón en donde suben Emma y Mathilde. Otto, muy cortésmente le cede el asiento a Emma y a los pocos segundos… ¡BUM! el vagón vuela por los aires. Como resultado, Emma muere y Mathilde y Otto sobreviven.

Con este brutal arranque, Justicieros comienza a poner en marcha la maquinaria de situaciones en cadena que terminarán uniendo a Otto, a sus amigos Lennart (Lars Brygmann) y Emmenthaler (Nicolas Bro) con Markuss, a quien le meterán en la cabeza que lo que pasó no fue un accidente, como indican las pericias, sino un atentado. Markuss, que es de carácter irascible y no se anda con vueltas, se monta en la teoría conspirativa de Otto y se suma en la búsqueda de los culpables de la muerte de su esposa.

El film es realmente brillante, con escenas llenas de humor y otras atiborradas de extrema violencia. El personaje de Markuss es magnífico, su falta de control de la ira lo lleva a ser capaz de golpear al novio de su hija si algo de lo que dijo no le gustó, o a matar a golpes al primero de los sospechosos sin que se le mueva un pelo o le genere la mínima culpa.

Pero también están los otros tres personajes, Otto, Lennart y Emmenthaler que son realmente muy divertidos, disparatados y pintorescos, con ese toque de científicos locos, especialmente Otto y Lennart.

Con una escalada de violencia que no se detiene, Justicieros es una de las mejores películas estrenadas últimamente en la plataforma Netflix. Su historia nos obliga a pensar en cómo muchas veces con nuestras acciones, terminamos desencadenando otras que derivan en una tragedia mayor sin que nos demos cuenta de las futuras consecuencias.

Vean esta película, la van a pasar muy bien, se los aseguro. Cuando lleguen al final, tan absurdo como muchas de las cosas que suceden en el film, y escuchen la música navideña del tema Rojo pompón sonando en un solo de trompeta, seguramente sentirán un sabor agridulce en la boca, como el que me dejó a mí.

Calificación: Muy buena.

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