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Feos, sucios y malos.

4 minutos de lectura

Por Diego M. Bravo.

Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio.

Este jueves 19 de mayo se estrenó el film argentino Franklin. Historia de un billete, ópera prima de Lucas Vivo García Lagos protagonizada por Germán Palacios, Sofía Gala y un gran elenco, y te vamos a contar qué nos pareció.

¡Vamos a matar compañeros!

Dos de los mayores méritos que posee Franklin. Historia de un billete es que es sumamente entretenida y breve, dura solamente ochenta minutos y esos detalles los espectadores lo agradecen.
Pero, pero, pero, como decía Héctor Larrea: “una de cal y otra de arena”, pero acá tenemos varios baldes de arena.

El film narra las desventuras de Correa (Germán Palacios), un ex boxeador que trabaja de matón del mafioso Bernal (Daniel Araoz) y va a la cárcel por matar accidentalmente a un deudor de su jefe. Luego de tres años, sale de prisión y se reencuentra con Rosa (Sofía Gala) una prostituta que también trabaja para Bernal. Aparte de que lo persiguen los hermanos del deudor (unos desaprovechados Luis Ziembrowsky y Chucho Fernandez) un encargo terrible que Bernal le encomienda a Correa y un adelanto de un billete de 100 dólares manchados con sangre, acelerarán la tragedia latente.

El principal problema, quizás ajeno al film mismo, aunque puede estar relacionado indirectamente con el, es que el subgénero “policial marginal” está dando muestras de agotamiento y en este film eso se palpa tácitamente. La sobreoferta de films y miniseries con esta temática provocan, además de cansancio en el espectador, que los mismos actores de siempre estén invirtiendo roles en forma continuada, de acuerdo al proyecto de turno (solo faltan Dante Mastropierro, Daniel Valenzuela, Ariel Staltari, Roly Serrano y estaban todos).

El dólar marcado.

Pese a contar con un guion firmado por los talentosos hermanos Marcelo y Walter Slavich (El garante, Tiempo final, etc) tiene varios lugares comunes y diálogos un tanto superficiales. A toda la subtrama que da título al film, se la nota un poco forzada y un tanto artificial. Relacionado esto con el elenco, que es muy frondoso, parece que la mayoría pasó a saludar por el set, por lo breve y anecdótico de sus roles. Tanto Luis Brandoni, Miguel Alonso y Graciela Pal, aparecen de esa forma.

Renglón aparte al promocionadísimo debut en la actuación del cantante L-Gante, quien en su “cameo” de un minuto, me hace acordar al meme de Spiderman, sentado en su escritorio con su retrato detrás, ya que se escucha su propio tema de fondo cuando dice sus breves líneas.

El bueno, el malo y el feo.

En lo referido al elenco principal, hay destellos del talento actoral de Germán Palacios y de esa excelente actriz que es Sofía Gala, que con una mirada sola, en una escena clave, transmite todo lo que siente su personaje. Un animal cinematográfico en todo sentido.

Pero las revelaciones del film radican en Daniel Araoz, en su villano «Bernal», que no solo está perfecto en su papel, sino que le saca lustre a ese rol, robándose todas las escenas en las que aparece. Un placer ver a este actor, que se adueña de sus diálogos y sobresale por sobre el guion y lo transforma en una actuación increíblemente veraz.

Y sorprende gratamente Isabel Macedo, quien tiene muy poca participación en cine y se convierte en una especie de comic relief (alivio cómico), dentro del sórdido relato en el que el film nos envuelve. Desde su primer instante, la pantalla se ilumina, quizás contribuya su look rubio, tipo Susana Giménez, y su tapado blanco. Una verdadera sorpresa. Tiene todo el potencial para seguir haciendo una gran carrera en cine. Toda su participación borda lo bizarro en la trama y desata algunas risas en la platea.

Mi nombre es ninguno.

Quizás lo más objetable que se le puede reprochar al film y que roza la gravedad, es que hay una mirada muy superficial y externa del ambiente marginal, ya sea tanto de la producción como de la dirección.

Como decía el gran Luca Prodan: “caras conchetas, miradas berretas y hombres encajados en Fiorucci” en el tema La rubia tarada. Con todo respeto, hay que decir que eso se nota en la mirada externa en la cual se disecciona a todos los personajes del film, tanto a los villanos como a los antihéroes protagonistas. Cuando no se conoce el ambiente -y acá se nota- se construye este mundo ficcional, que en vez de lograr ser tangible, se lo nota artificial y casi condenatorio. Una estética de afeamiento remanido y denigrante, diría. Todo esto, termina dando a entender que es un film por encargo, aprovechando una temática de moda y pasajera. Esperemos estar equivocados con esto.

Texas, adiós.

En conclusión. Existe un excelente cine argentino que merece verse. Pienso por ejemplo en El silencio del cazador, de Martín de Salvo, que es un thriller vibrante. Y en este caso, todos sabemos que este es un proyecto comercial, que apunta a un público determinado. Sin esa mirada superficial y snob que posee, podría ser un correcto entretenimiento, pero lamentablemente esa mirada prejuiciosa lo deja a mitad de camino y, a pesar de los puntos positivos que el film posee, esta ópera prima de García Lago deja un balance negativo, desde nuestro punto de vista.

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