Tokyo Godfathers
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Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. El cine de animación oriental es un mundo entero de posibilidades y propuestas innovadoras. Aparte de ser muy extenso, nos podemos encontrar con historias tan tiernas que nos van a humedecer los ojos sin que nos demos cuenta. Ese fue el caso cuando vi Tokyo Godfathers de Satoshi Kon, y por eso hoy vengo a contarles de que trata.
Por Jorge Marchisio
Seguimos a un trio de indigentes, que, en las vísperas de las fiestas, encuentran a un bebe abandonado en la basura. Durante todo un día, veremos como intentan dar con la familia del recién nacido, mientras exploramos sus pasados y los motivos por los cuales terminaron viviendo en la calle.

Esta vez, no tenemos ningún elemento fantástico, sino que estamos centrados 100% en la realidad. Con esta premisa, veremos esta especie de familia del corazón buscando encontrar su lugar en el mundo, y tratando de llevar una buena vida, pese a las circunstancias que los rodean; haciendo una buena comparación con varias otras personas que están en una mejor posición económica que ellos, pero que en el fondo son bastante miserables.
Pasando a comentar la animación, hay que entender que la película tiene casi veinte años, y se nota. El estilo usado es muy de esa época, pero contrario a restarle puntos al proyecto, va muy bien con la historia triste pero de esperanza que se nos cuenta; dándole un aire a viejo y olvidado que transmiten los propios personajes.

¿Cosas malas? Quizás la resolución del conflicto se sienta muy telenovelera, con situaciones aclarándose solo por el poder del guion, y con unos personajes casi sin grises, siendo todos o muy buenos o muy malos; algo que en lo personal, me suele restar bastante a la hora de valorar una película.
En conclusión, Tokyo Godfathers es una buena recomendación. Con una duración bien acertada de apenas noventa y dos minutos. Y siendo muy adelantada a su época en algunos puntos (por ejemplo, la inclusión de personajes LGTB+), la película les va a alegrar el día si venían medio tristones, o sacarles una sonrisa si ya venían de buen humor. Algo que siempre se agradece en el cine.