My Bloody Valentine: Enamorados del gore
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Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Este 14 de febrero se festejó el día de los enamorados, y qué mejor que recordar esa romántica fecha con un filme slasher. El mismo es considerado un producto de culto para los fanáticos del género, y que en su momento generó varias controversias respecto a la brutalidad de algunas escenas, llegando a estar prohibido en varios países. Me estoy refiriendo al clásico de los años ochenta My Bloody Valentine (1981), del director George Mihalka.
Por César Arturo Humberto Heil
La trama sigue a un grupo de jóvenes en la ciudad minera de Valentine Bluffs, que son perseguidos por un asesino enmascarado en pleno San Valentín. La película es conocida por su violencia gráfica y su atmósfera tensa y opresiva. La misma ha sido merecedora de un remake en 2009 dirigida por el intrascendente Patrick Lussier y que es mejor olvidar.
En términos generales, My Bloody Valentine es una película que envejeció bastante bien, especialmente si se considera el contexto de la época en que fue producida. A pesar de tener una historia simple y ya conocida, el filme resulta extremadamente efectivo.
Este cimentó su inesperado éxito de taquilla en los distintos efectos prácticos utilizados en cada uno de los asesinatos. Otra contribución a sus arrolladores ingresos es quizá la prensa que obtuvo al considerarla una película extremadamente violenta, lo que le valió la prohibición en varios países.
En cuanto a los actores, entre los que se destacan Paul Kelman como T.J., Lori Hallier en el rol de Sarah y Neil Affleck como Axel, todos cumplen modestamente con sus personajes respectivos. Debemos tener en cuenta que en el cine de terror slasher de los años ochenta, las actuaciones no eran el fuerte. Particularmente destaco a Peter Cowper en su papel del asesino conocido como El minero. Este interpreta su personaje al mejor estilo de los bad guys de esa época, como Jason Voorhees o Michael Myers.

La dirección de George Mihalka es correcta para lo que propone. Utiliza la oscuridad de la mina como representación de la insania mental del personaje, que ha sido víctima de bromas de muy mal gusto por los adolescentes y que ahora sale en busca de venganza.
Sus escenas violentas son realmente impactantes para el cine de esa época. Están filmadas con solvencia y maestría por el director de Pinball Summer (1980) y Festín de muerte (1988), siendo el principal atractivo del filme.
My Bloody Valentine puede no estar a la altura de clásicos como Viernes 13, Halloween o Black Christmas, pero canaliza satisfactoriamente los deseos de los amantes del género gracias a un estilo propio y a sus fuertes escenas de violencia.
Conclusión
A pesar de seguir vigente, hay algunos aspectos de la película que pueden resultar un poco incómodos a los ojos de una sociedad que ha evolucionado en temas como la violencia de género y la representación de las mujeres, las cuales para esa época eran solo figuras decorativas y carne fresca para el irrefrenable asesino.

My Bloody Valentine es una película que resulta entretenida y disfrutable. Es ideal para los fans del género de terror y para aquellos a los que les gustan las escenas sangrientas y el gore extremo, y que por alguna razón aún no la vieron. Para los que ya la vieron y son recontrafans, será un condimento adicional al festejo del día de los enamorados, en especial si se presentan ante su amada con una flor en una mano, un pico puntiagudo en la otra y una máscara de minero en la cabeza.
