Zona de interés: La cruel liviandad del ser
2 minutos de lecturaBienvenidos a una nueva nota de Revista Sincericidio. La película dirigida por Jonathan Glazer presenta en su austeridad general una nueva mirada de la representación sobre el holocausto, con la perturbadora realidad que encarna en su reconstrucción, en la que trabaja las ideas al respecto por medio de un enfoque distintivo.
Por Gastón Dufour
En términos de reconocimiento, la película ha cosechado merecidas nominaciones en los premios Oscar y BAFTA, con cinco y nueve nominaciones respectivamente.
Inspirada en hechos reales, la historia sigue a Rudolf Höss y su familia, a la vez que evita mostrar explícitamente los crímenes del oficial nazi en Auschwitz.
La precisión en la definición de los diálogos yuxtapone en blanco sobre negro la figuración comparativa entre la vida supuestamente normal de la familia protagonista y la crueldad virulenta tras el “muro”.
La dualidad de Rudolf, en un retrato perfecto a cargo de Christian Friedel. Es clave a la hora de mostrarlo como un monstruo capaz de presentar un revés emotivo sin ruptura interna alguna.
La película puede considerarse como una de las más impactantes producciones recientes, considerando sobre todo su factura técnica.
A partir del perfecto montaje, el estilo distante del relato define lo que se cuenta tanto como lo que se percibe en otro nivel. Su ritmo se ajusta no solo a la historia que narra, sino a la manera en que elige hacerlo.
Los diferentes elementos visuales son utilizados en el film para sugerir el marco general del horror del Holocausto de manera indirecta. El segundo plano sonoro acude en auxilio de esta percepción de la vida del clan.
La lujosa casa del comandante, contigua al campo de concentración, es un espacio decorativo en el que como telón de fondo puede oírse la representación de una obra oscura e impredecible.
La rutina familiar diaria se contrapone con la brutalidad que ocurre en el terreno anexo, en un manejo certero de la información hacia el espectador.
Los comportamientos simbólicos siempre son importantes, y en particular el régimen y su accionar fríamente calculador están representados en la esposa de Rudolf, quien hace uso de su posición privilegiada tanto como es posible.
Sandra Hüller hace su parte de manera certera, logrando un muy buen despliegue interpretativo en el film. El mismo se hizo acreedor al Oscar a Mejor Película Extranjera el domingo pasado.
Con el marco de música acorde, que abarca la acción y un ritmo que acompaña en consecuencia, construye a partir del todo. Y de la inclusión de imágenes oníricas un escape a la convención.
Todo esto deriva casi de manera inevitable en una reflexión sobre la humanidad y sus claroscuros.