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José María Muscari: Entrevista al ADN de un creador auténtico

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José María Muscari

Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. A la hora de hablar de innovación en la escena teatral argentina, siempre se me vino a la cabeza el ideario de José María Muscari. Nunca dejaron de llamarme la atención sus propuestas y la maquinaria cerebral que pone en funcionamiento al momento de generar un producto tanto desde la actuación, la dirección o la escritura. Muscari posee un talento innato si de movilizarnos se trata, y ese es uno de sus más grandes sellos distintivos.

Por Guillermo Martínez

José María Muscari, este creador desprende libertad y rompe todo tipo de esquemas en una caja de pandora. Muscari decide reinventarse constantemente y es tan atractivo como meritorio. La libertad, la sorpresa, la inquietud y lo diferente es algo que gran parte del público busca a la hora de entretenerse y de pensar, y de eso se trata el cine o el teatro.

¿Por qué da que hablar Muscari? Lo distinto a veces asusta, confunde, aleja, pero al mismo tiempo es un llamado de atención, es una invitación a lo que muchas veces queremos ver y no nos animamos, a lo que queremos hablar y a veces no decimos, a lo que pensamos y decidimos no compartirlo, y otras tantas veces es el reflejo de nuestra realidad, como personas, como cultura, como sociedad y como público.
Muscari nos invita a ese circo, que puede ir desde lo más clásico y tradicional, hasta propuestas que pueden llegar a incomodarnos, pero esa es la idea, que nos podamos replantear muchas cosas y no volvamos a ser los mismos, es un pase libre a la experimentación sensorial, escénica, visual, emotiva y vivencial. Es un creador que no deja de proponernos situaciones que, al fin y al cabo, nos atraviesan indefectiblemente como seres humanos en busca de respuestas, y nada mejor que eso suceda desde el lado del entretenimiento, lo cual no siempre ocurre con todos los creadores.

Desde el momento en que hablamos de «sello» o «identidad» en un artista, hay un mundo detrás que vale la pena ser contado o pensado, y de eso se trata esta entrevista, tratar de vislumbrar que hay dentro de la cabeza de un creador que no nos deja indiferentes, sino todo lo contrario.

¿Cuál fue el primer acercamiento o contacto que tuviste con el arte?

Creo que el primer acercamiento que tuve con el arte fue la televisión que consumí cuando era chico. Soy hijo único, fui bastante adicto a la televisión cuando era chico porque terminaba de jugar en la vereda, entraba a mi casa, no tenía hermanos y tenía padres grandes, por lo cual mi compañía era la televisión. La televisión de aquella época era una televisión plagada de ficción, no era una televisión como la de hoy, de época «reality«. Mi primer contacto con el arte fue la ficción televisiva de cuando yo era chico. Recuerdo «Atraverse», «Zona de riesgo«, «Trampa para un soñador«, «Vendedoras de Lafayette» y los programas de ficción de la época de oro de Alejandro Romay.

¿En qué momento decidiste que ibas a dedicarte a lo que actualmente conocemos de vos? ¿Era un deseo que fuiste construyendo y cocinando a fuego lento o fue algo más espontáneo?

Fue un deseo espontáneo, una combinación de las dos cosas. Vengo de una familia en donde no hay antecedentes artísticos, por lo cual siempre fue bastante atípico mi deseo de dedicarme al mundo del espectáculo. No tenía una tía que tocara el piano o un tío que escribiera literatura. Tengo una familia de gente muy trabajadora y no hay referentes artísticos, pero desde chico expresé mi deseo de vincularme con la creación, y creo que tuve padres muy capaces emocionalmente que me supieron escuchar y guiar.

Es sabido que en tus proyectos trabajan todo tipo de actores, aquellos en actividad, otros en tendencia, y otros que has vuelto a redescubrir o a reversionar. ¿Cómo es el mecanismo en el que te sumergís a la hora de conformar un elenco?

Siempre para armar un elenco le doy mucha bola a mi percepción personal, que tiene una especie de nomenclador que mixtura por un lado toda esa cosa retro, de esa televisión que yo mamé cuando era chico, y por el otro lado un contacto directo con lo real, con lo cotidiano, con la televisión y con las redes. Fui desarrollando algunas máximas a lo largo del tiempo, que tienen que ver con elegir a la persona correcta para lo que quiero hacer, pero que básicamente sea una buena persona. Es algo que trato de darle mucha bola en la previa al armado de un elenco. La energía que maneja la persona con la que voy a trabajar. Esas son de alguna manera las máximas o los ordenadores que me hacen elegir a alguien para integrar un elenco.

No podemos negar que tu identidad es rupturista, vanguardista e intransigente, desde las bases. ¿Cuáles son los motivos que te llevaron a conformarte con ese espíritu, tanto en la dramaturgia como en la escena?

Yo nunca sentí que mi identidad fuera revolucionaria, diferente o transgresora. Creo que lo que siempre sentí es que estoy muy conectado con lo que verdaderamente quiero hacer y le doy bola a eso, más que a lo que creo que puede funcionar. Nunca tengo en claro qué es lo que puede funcionar. Creo que lo que puede funcionar es lo que a mi me gusta, yo hago las obras de teatro que a mi me gustaría ver y trato de escucharme y ser muy consecuente con mi propio deseo. Eso me fue guiando y fue lo que de alguna manera me sirvió como ordenador para saber a qué le tengo que decir que no y a qué le tengo que decir que sí.

¿Consideras que alguna de tus obras generó un antes y un después en tu carrera?

Sí, por diferentes razones hay algunos espectáculos que yo considero que fueron neurálgicos en mi carrera. Uno podría ser «En la cama«, una obra que yo escribí y que me hizo debutar en el teatro comercial con éxito en su momento.

Creo que otro espectáculo bisagra en mi carrera fue «La casa de Bernarda Alba«, con Norma Pons. Creo que también fue un espectáculo que marcó un antes y un después en relación a que el medio y el público quizás no me creían capaz de poder vincularme con un clásico. Y creo que el tercer ítem hasta la actualidad de mi carrera, te podría decir que es «Sex«. Por lo revolucionario, por lo inmersivo, por lo diferente, por ser un espectáculo que me ayudó a atravesar esta pandemia reinventándome, por el éxito que tuvo durante un año agotando sus localidades y por todo lo que creo que le queda de vida.

José María Muscari

¿Tenes un lugar, horario o ambiente en particular en el cual desarrollas tu proceso creativo?

Mi proceso creativo es muy atípico y muy autónomo. Es decir, sucede en cualquier momento y en cualquier lugar, y mucho tiene que ver con la maduración que yo llevo de cada idea. Cada espectáculo me lleva un tiempo determinado, un tiempo para que eso madure en mí. Y creo que a lo largo del tiempo, de estos casi 25 años trabajando (tengo 43 años y empecé a dirigir a los 18 años) fui descubriendo que tengo un tiempo de maduración personal de cada espectáculo. Una idea germina en mí y yo dejo que germine en mi computadora, en mi cabeza y en mis anotaciones, hasta que siento que está lo suficientemente madura para poder convertirla en una obra de teatro.

¿Hay algún libro, novela, película u obra de teatro que te haya marcado?

Sí, hay un libro que me marcó y es «El camino del artista«, de Julia Cameron. Es un libro para desplegar la potencia creativa. Una película que, no sé si me marcó, pero de la cual soy muy fanático porque la considero una gran película es «Los puentes de Madison«, por la sensibilidad, por la calidad de sus artistas, por la historia y por la simplicidad. La vi muchas veces. ¿Una obra de teatro que me haya marcado? Sí. En mi adolescencia yo vi una obra de teatro 21 veces. Esa obra se llamaba «La Noche en Vela» y la dirigía Paco Giménez, un director cordobés que dirigió una compañía de teatro durante muchos años aquí en Buenos Aires y fue un espectáculo que me marcó mucho cuando lo vi, en el sótano del Teatro IFT.

¿Existe algún disparador, temática, acontecimiento o vivencia que continuamente te sirva como herramienta de inspiración?

No, cada espectáculo viene de un disparador, de una temática, de un acontecimiento o una vivencia diferente. Creo que uno es el artista que es de acuerdo a la vida que tiene. Por lo cual trato de tener la mejor vida posible para que mi obra sea mejor cada vez. Pero no podría hablarte de un patrón o algo que me inspire o que me potencie o me lleve a la creación desde un mismo lugar alguna vez. Cada espectáculo me lleva desde un lugar diferente y también hago un proceso diferente para cada uno. No es lo mismo crear o gestar «Madre coraje» de Bertolt Brecht, esa adaptación que hice con Claudia Lapacó a crear un espectáculo performático, inmersivo, diferente, rupturista y no teatral como «Sex«.

A nivel meramente humano y personal: ¿Existe algo que no podrías llegar a tocar o a trabajar dentro de tus procedimientos escénicos, tanto a nivel formal como temático?

Creo que no podría llegar a trabajar o a tocar dentro de mis materiales o de mis temáticas, la repetición. A mí me agobia mucho, me perturba y me angustia la posibilidad de la repetición. La repetición inmediatamente me lleva a la mediocridad, y la mediocridad es algo a lo que yo le huyo.

El impacto que generan tus obras en el espectador: ¿Influye en tus decisiones como dramaturgo y director? ¿Qué buscas en el público que consume tus espectáculos?

El impacto que generan mis obras en el espectador no influye para nada en mis decisiones como director o dramaturgo. Yo hago el teatro que a mí me gustaría ver. La experiencia de «Sex Virtual» es una experiencia que yo pagaría por ver, porque me parece atípica, inclasificable y diferente.

Me encanta que haya un montón de gente a la que la experiencia le gusta, pero si no les gustara, a mí me gustaría igual de como me gusta. En ese sentido , si bien tengo muy en cuenta la opinión de la crítica y del público, porque en definitiva el teatro que yo hago es para el otro, también tengo muy en cuenta mi propia crítica, mi propia sensación y le doy bola a eso. Creo que es un gran ordenador lo que yo pienso. En definitiva, creo que soy un artista que trata todo el tiempo de hacer las cosas que le entretienen.

¿Qué miedos y qué deseos sentís hoy con respecto a tu labor como artista?

Los miedos más recurrentes son la reiteración, la repetición, la falta de objetivos, la falta de novedad es algo que me perturba mucho. Siempre trato de hacer espectáculos que me lleven a un lugar diferente del que ya transité. En este momento el mayor miedo que tengo es cuándo va a volver la actividad teatral, porque ya la extraño demasiado y porque creo que lo que está pasando, este aislamiento, esta pandemia, nos separó mucho de nuestra intensidad teatral como argentinos. Así que me gustaría reencontrarme con eso, con nuestra intensidad.

Hablemos de “Sex Virtual”, la propuesta de la que todos están hablando en este momento: ¿Podrías definírmela en pocas palabras? ¿Presentó desafíos sustanciales la transición de un espectáculo presencial a la modalidad virtual?

«Sex Virtual» es una experiencia artística que dura 72 horas. Son 3 días de un bombardeo continuo en tus redes y en tu celular de estímulos que te van a hacer pensar sobre tu sexualidad. También sobre tu propio deseo, tu cuerpo, el morbo y los mandatos sociales alrededor del cuerpo del deseo, por decirlo de alguna manera. Trabajamos en diferentes plataformas, que son Twitter, Instagram, Telegram, Zoom, Vimeo y YouTube. Definir «Sex» en pocas palabras sería decir que es un objeto artístico virtual que se construye por la sedimentación de lo que hace la troupe. Son 25 artistas y la sedimentación del aporte que hace el público a lo largo de la experiencia que dura 3 días.
Por supuesto que presentó desafíos sustanciales la transición de los presencial a lo virtual, pero lo más atractivo es que nosotros no hacemos «Sex: Viví tu experiencia«, la obra que hacíamos en Gorriti en este nuevo formato, sino que está esperando poder volver al encuentro con el público presencial y mientras tanto lo que hacemos es hacer un nuevo espectáculo que se llama «Sex Virtual«, pensado especialmente para este momento de redes y que dialoga con nuestro presente.

¿Tenes algún sueño por cumplir?

¿Sueños por cumplir? Un montón. Ser padre, irme en un crucero con amigos y con familia por el mundo, dirigir en el Colón alguna ópera bien teatral, llegar con un espectáculo mío a Nueva York. Deseos hay un montón, en el marco de lo profesional y lo personal. Muchos sueños por cumplir, por suerte.

¿Hay algún proyecto en mente del cual puedas adelantarnos algo?

Podría decirte que mi próximo proyecto cuando todo esto pase, cuando podamos volver al teatro presencial, se llama «Perdida mente«, se escribe separado pero se piensa todo junto. Es una obra, una comedia que está basada en los conceptos de Facundo Manes. La escribí con Mariela Asensio y la va a protagonizar Claudia Lapacó con 4 actrices que la van a acompañar, un elenco muy poderoso. Es un espectáculo que se va a meter a full con la neurociencia en el mundo del teatro por primera vez. Yo admiro mucho a Facundo Manes, me acerqué a él y leí sus libros, sus conceptos, sus ensayos, sus declaraciones televisivas y en las redes. Con todo ese material, con Mariela Asensio, que es la autora conmigo, construimos una ficción muy intensa y muy novedosa . Ojalá podamos pronto ensayar «Perdida mente» para poder estrenarla.

Para terminar, un ping-pong para conocerte un poquitito más:


¿Tu lugar en el mundo? La playa.
¿Persona que más admiras? Teresa de Calcuta.
¿Qué te hace llorar? El dolor de las personas que amo.
¿Qué no puede faltar en tu heladera? Agua con limón y jengibre.
¿Alguna tentación a la que no te puedas resistir? Las pastas.
¿Qué película te hubiera gustado protagonizar? La naranja mecánica.

¿Me podés enviar alguna foto de un espacio que te identifique a vos como artistas y creador?

José María Muscari

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