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Just Mercy: En contra del sistema judicial

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Just Mercy

Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Las películas de juicios son una de mis debilidades. No sé cuál será la razón específica por la que disfruto de este tipo de filmes, pero hay algo en ellas que me predispone de buena manera antes de verlas. Es el caso de Just mercy (2019) del director Destin Daniel Cretton, es una de esas películas, de las que me gustan y disfruto. En especial cuando se trata de una historia basada en hechos reales y que sucedió en la década del 80.

Por César Arturo Humberto Heil

Just Mercy

Sinopsis

Brian Stevenson (Michael B Jordan) es un abogado de raza negra recién recibido en la Universidad de Harvard, que previamente ha realizado pasantías en el corredor de la muerte acompañando legalmente a los condenados como parte de su formación profesional. Una vez recibido, decide continuar con esa causa y crea una fundación con el propósito de ayudar a aquellos presos que están a la espera de ser ejecutados.

Inicia esta ardua tarea junto a Eva Ansley (Brie Larson) sin costo ni gastos para los detenidos, lo que hace que inmediatamente tenga una buena carpeta de clientes ilusionados con encontrar a alguien que quiere intentar salvar sus vidas del impiadoso poder del Estado de Alabama. Entre sus defendidos, se encuentra Walter «Jhonny D» McMillian (Jamie Foxx) un condenado que dice ser inocente y que toda su condena se basa en el testimonio de Ralph Myers (Tim Blake Nelson) otro reo que, gracias a esa confesión, se salvó de estar entre los “dead man walking” del pabellón.

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Las evidencias

Stevenson se da cuenta que el caso en contra de MacMillian es inconsistente, ya que no existen evidencias físicas que lo ubiquen en el lugar y hora del homicidio, por lo que comienza a trabajar fuertemente en la causa, presentando apelaciones, nulidades y pedidos de un nuevo juicio. En el camino, se irá encontrando con un sistema judicial anquilosado, racista, con estructuras de poder arraigadas en la creencia férrea de que la pena de muerte es un castigo efectivo y ejemplar, en especial si se trata de un preso de color.

Pero Stevenson, no es un hombre de amilanarse ante los aprietes de policías matones, ni de abandonar fácilmente una causa que cree justa, aunque los jueces no hagan lugar a sus apelaciones y reclamos. Está resuelto a salvar a ese hombre de la silla eléctrica y es por lo que decide seguir a fondo el caso, al costo que sea, incluyendo si tiene que llevarse puesto a un nuevo fiscal de distrito con aspiraciones políticas.

Just Mercy

Un film excelente

Just mercy es un excelente filme, que atrapa desde el comienzo y que mantiene en vilo al espectador hasta el esperado desenlace. Sin dudas, estamos ante un profundo alegato en contra de la pena de muerte, la corrupción policial, los manejos oscuros entre funcionarios judiciales y políticos y el descredito de un sistema judicial penal viciado por una fuerte raigambre racista que impera en muchos condados del sur de Estados Unidos desde hace décadas.

El guion, escrito por Destin Daniel Cretton y Andrew Lanham y basado en el libro del propio Brian Stevenson, quien además actúa y es productor del filme, no tiene fisuras. Cada una de las escenas y las situaciones planteadas son las justas y necesarias para llevar adelante la historia, sin que el interés del espectador decaiga en ningún momento. En este sentido, es de remarcar la escena dentro del penal en la que Stevenson intenta convencer a Ralph Myers, un estupendo Tim Blake Nelson, para que cambie su declaración. Nelson, da vida a un miserable personaje, de poca monta, un verdadero looser y lo hace de manera soberbia. Sus, mohines, su forma de hablar y de caminar, son de lo mejor que le he visto en su carrera.

El camino por desandar en la lucha para lograr la inocencia del condenado será arduo y no exento de recaídas. Pasarán varios años hasta que un tribunal de otro condado acepte el pedido de un nuevo juicio. MacMillian tiene que demostrar que no es un asesino y que su condena capital fue armada entre la policía y parte del poder judicial.

La historia real

Fue el 1 de noviembre de 1986 en Monroeville, Alabama cuando en el lavadero Jackson Cleaners se encontró el cuerpo sin vida de Ronda Morrison, una mujer blanca de 18 años. La escena del crimen mostraba que se había desarrollado una encarnizada lucha. El cuerpo de Ronda presentaba signos de haber sido golpeada, estrangulada y rematada con tres disparos por la espalda. En el lugar no se encontraron demasiadas pistas que pudieran dar con él o los asesinos. Esta falta de elementos que los condujeran a la resolución del caso hizo que los investigadores y la policía se enfrentaran a la presión creciente de la comunidad y los medios para que se detuviera a un culpable de tan atroz asesinato.

Para el nuevo sheriff Tom Tate, la situación se puso cada vez más apremiante y la presión por cerrar el caso hizo que tomara medidas un tanto desesperadas. Al primero que arrestó fue a Ralph Myers, un hombre blanco con cuantiosos antecedentes penales, bajo sospecha de haber asesinado a otra mujer en un condado vecino, pero parecían tener al hombre equivocado. Es por eso por lo que, rápidamente fueron por Walter “Johnny D.” McMillian, un hombre de raza negra de 45 años que trabajaba como leñador y que no tenía antecedentes penales de importancia. McMillian no era bien visto por la comunidad porque había tenido una aventura con Karen Kelly, una mujer blanca, lo que en aquella época era mal visto.

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El interrogatorio

La policía presionó a Myers diciéndole que estaban convencidos de que él y McMillian habían cometido el crimen. Ante el impiadoso y agotador interrogatorio por parte del sheriff Tate y sus policías, terminó declarando que él se había quedado en el coche mientras McMillian ingresó al lavadero. En su declaración Myers les dijo a los policías que oyó una serie de disparos, y que al ingresar al lavadero vio que McMillian había asesinado a Morrison.

Tan solo con esa declaración le bastó a Tate para arrestar en junio de 1987 bajo el cargo de asesinato a McMillian, a pesar de que tenía un registro de antecedentes penales casi impecable y una sólida coartada.

En el interrogatorio con Tate McMillian se defendió diciendo que ese día había estado colaborando en una venta de pescado frito en su iglesia local. Tate desestimó la coartada de McMillian y lo mandó directamente al corredor de la muerte, donde estuvo alojado durante 15 meses antes de que finalmente se iniciara el juicio en su contra.

El juicio

El juicio, al igual que el arresto, también estuvo salpicado de prejuicios y decisiones racistas. El 15 de agosto de 1988, el juez Robert E. Lee Key hizo que el juicio se trasladara a Baldwin County, una zona de Alabama con alto porcentaje de gente blanca y escaza población de raza negra.

El juicio fue apenas un trámite y solo duró un día y medio. A pesar de que muchos testigos defendieron la coartada de McMillian, la condena ya estaba impuesta. El 17 de agosto de 1988, el jurado, formado por once ciudadanos blancos y un afroamericano lo declaró culpable del asesinato. En su sentencia sugirieron se le imponga una cadena perpetua, pero en septiembre de 1988 el juez Key desestimó la pena del jurado y la cambió por una condena a muerte. McMillian fue directo al corredor de la muerte, donde pasaría los siguientes 5 años de su vida por un crimen que no cometió.

Bryan Stevenson, un abogado en ascenso y recientemente graduado de la Universidad de Harvard se muda en 1989 a Montgomery, Alabama, con la intensión de fundar una organización no gubernamental que se dedique a proporcionar ayuda legal a los ciudadanos pobres que no pueden costearse un abogado patrocinante por sus propios medios. Así crea, junto con su colega y socia Eva Ansley, Equal Justice Initiative.

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El caso

La historia de McMillian llega a oídos de Stevenson, quien decide viajar a Monroeville para conocer más de cerca el caso. Una vez allí conversa con muchos testigos que aseguraron haber estado con él a kilómetros de distancia de la escena del crimen el día y hora en el que se cometió. Stevenson se da cuenta cómo, las estructuras de poder y el prejuicio racial, se habían usado en contra de McMillian. Sin dudarlo, empezó a construir un caso para defender la inocencia del hombre.

Durante los años 90, Stevenson y sus abogados estuvieron trabajando de lleno en el caso. Presentaron cuatro apelaciones para un nuevo juicio, las cuales fueron rechazadas por La Corte de Apelaciones Criminales de Alabama.

Todo da un giro inesperado cuando Ralph Myers, a quien habían sentenciado a 30 años de prisión por el asesinato, se presentó y confesó que su testimonio en el juicio había sido falso. Su declaración la había realizado presionado por la policía para que testificara en contra de McMillian. Si no lo hacía, lo enviarían al corredor de la muerte.

Aún después de esta sorpresiva declaración, el estado de Alabama se negó rotundamente a concederle un nuevo juicio.

La confesión de Myers dio pie a que otros dos testigos, que habían testificado haber visto a McMillian en el lugar del crimen, admitieran que habían cometido perjurio a cambio de recibir un suculento soborno. A partir de entonces, la prueba sobre la inocencia de McMillian se fortaleció cada vez más. Se reveló, además, que el fiscal de distrito, Theodore Pearson, no había incorporado al expediente el testimonio de una persona que dijo haber visto viva a Ronda Morrison en el mismo momento en el que se decía que McMillian ya la había matado.

La frutilla del postre fue cuando los abogados de la fundación, dirigidos por Stevenson, descubrieron que la confesión grabada de Myers tenía un audio oculto. En esa grabación se podía escuchar a Myers como se quejaba por tener que acusar falsamente a un hombre que ni siquiera conocía.

En 1992, y ya cansado de tantas injusticias, Stevenson decidió presentarse en el popular programa televisivo ‘60 Minutos’ para contar la verdadera historia y asegurarse de que los detalles del juicio se transmitieran a nivel nacional.

Pasan los años

Luego de años de esfuerzo, finalmente un tribunal superior le concedió a Stevenson la quinta apelación. Los jueces acordaron unánimemente que se debía suspender la condena de McMillian a favor de un nuevo juicio. En la primera audiencia, Stevenson solicitó que se retiraran todos los cargos en contra de su defendido. Una semana después, McMillian quedó libre y fuera del corredor de la muerte. El 1 de abril de 1993, se exoneró de todos los cargos a Walter “Johnny D” McMillian.

El filme, se apega perfectamente a los hechos reales y solo existen algunos pequeños cambios que hacen a las fechas y a cuestiones estrictamente relacionada con la ficcionalización y el tiempo en que está contada la historia.

Las caracterizaciones de los personajes son muy similares a los verdaderos protagonistas. Resultan gratamente convincentes, al igual que los detalles de la época, que han sido cuidadosamente respetados.

Just mercy es una de las mejores películas de juicios que he visto en este último tiempo. Su impronta en contra de la pena de muerte y su mensaje antirracista convierten al filme en una obra apropiada para los tiempos que corren. Si bien el caso sucedió hace 36 años vale la pena recordarlo para volver a levantar la voz. Y expresar la necesidad de que este tipo de injusticias no sucedan más. Y que el poder, ya sea policial o judicial, no vulnere ningún derecho humano por motivos raciales, religiosos o sociales.

Aquí el tráiler:


Disponible: Prime Video