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Especial Día del Padre: Nuestras inolvidables figuras paternas.

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Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio.

En esta ocasión, todo el equipo de periodistas y redactores de Revista Sincericidio nos aunamos para celebrar y rendir un pequeño homenaje a aquellas figuras paternas que de alguna manera u otra nos atravesaron o nos marcaron, ya sea a través de la literatura, el cine, los videojuegos o cualquier tipo de manifestación artística que nos haya fascinado o traspasado como público, lectores o usuarios.

Cada uno de estos padres nos ha concedido mediante frases, diálogos, conflictos internos, objetivos, actitudes, iniciativas, motivaciones y determinaciones, la oportunidad de experimentar un sinfín de estadios emocionales, vivenciales, nostálgicos, de distracción, descubrimiento o aprendizaje, dignos de mención.

Sin más dilación, les compartimos nuestras preferencias.

Por Juan Cruz Matar

Alfredo

“Hagas lo que hagas, ámalo”.

Las enseñanzas de Alfredo, la inocencia de Totó o el sentido homenaje a la magia del cine son algunos de los elementos que nos hacen seguir enamorados de esta película de Giuseppe Tornatore tres décadas después.

El jovencísimo Salvatore Cascio interpretó a Totó, diminutivo siciliano de su propio nombre real, un niño que vive por y para el cine. No es que haya mucho más que hacer en su pueblo, donde los hombres -incluido su padre- han partido hacia la guerra y la única alegría colectiva parece ser ir a gritarle un rato a la gran pantalla del Cinema Paradiso. Allí trabaja Alfredo (Philippe Noiret) como operador, proyectando las cintas a ese público entregado, deseoso de evasión. Él las mira desde la cabina, a través de un agujero, aprendiendo frases de Spencer Tracy o John Wayne que después irá soltando como pequeñas joyas de sabiduría.

Sin duda, Alfredo y Totó estaban destinados a encontrarse y quererse. Les une una amistad preciosa, basada en su amor por el cine, que se va convirtiendo en algo más profundo: acaba ocupando la figura paterna ausente para el niño, mientras éste ocupa, a su vez, el espacio del hijo que nunca tuvo. Una relación que encajaba en las dos direcciones, y que nos regaló una de las relaciones más sinceras, divertidas y emotivas del cine.

Por Jorge Marchisio.

Joel

Mi elección es Joel Miller, de la saga de videojuegos de The Last of Us. Este personaje, a quien vemos perder a su hija al inicio de la historia, pasa por una montaña rusa de emociones hasta conocer a Ellie, a quien debe escoltar hasta la otra punta de Estados Unidos. Es este viaje el que va a transformar a Joel, pasando de ser un hombre tosco que solo veía en Ellie a un estorbo, para pasar a adoptarla como esa hija que le arrebataron hace una década; y por la cual va a sacrificar a todo y todos. Ahora solo queda esperar al año que viene para poder ver a su versión televisiva, gracias a HBO Max.

Por César Heil.

King.

Si tuviera que pensar en un segundo padre, sin ninguna duda elegiría al maestro del terror Stephen King. Claramente su literatura influyó en mi niñez y adolescencia de una manera radical. Las lecturas de algunas de sus novelas como Carrie o El Resplandor cuando apenas tenía 16 años, marcaron un antes y un después en mi posterior carrera. Hubo algo en esa fantástica forma de narrar y de trasmitir el terror, que sin duda dejaron huellas en mis elecciones futuras y el estilo de muchos de mis primeros escritos. Por eso, es que, en el día del padre, y espero que mi progenitor biológico no se ofenda desde el lugar en el que esté ahora, elijo a King sin dudarlo. Gracias, maestro.

Por Guillermo Martínez.

Ted Kramer.

Siendo un niño, una tarde de 1999 mi papá me dio a conocer esta gema. A través de un VHS que él tenía grabado, tuve la oportunidad de visionar Kramer Vs. Kramer, una de las películas dramáticas más reflexivas sobre una temática sumamente conocida y replicada a través de la historia: padres separándose y un hijo en pleno campo de batalla siendo partícipe de la disputa. ¿Cómo borrarme de la cabeza las interpretaciones de Hoffman y Streep? Dustin interpreta a Ted Kramer, un padre totalmente amoroso que se ve entre la espada y la pared debido a su obsesión por su trabajo y el tiempo que le dedica al mismo, y debe, por primera vez, enfrentarse solo a la crianza de un hijo luego de que su esposa (Streep) lo abandone al no soportar más esta situación de descuido e inatención.

A partir de allí, el trabajo interpretativo de Dustin Hoffman se torna magistral, regalándonos a un padre plagado de matices y tonos que van desde la ira, la impotencia, la ternura, la incertidumbre y la incompetencia hasta el amor más profundo, en pos de amparar, contener y auxiliar a quien más ama: su hijo. Ted Kramer va a emprender un camino de maduración y crecimiento que lo llevará principalmente a encontrarse consigo mismo, sus miedos, sus prioridades y sus virtudes como padre. Por esta actuación, Dustin Hoffman ganó el Oscar a Mejor Actor en la 52.ª edición de los premios, en 1979, compitiendo contra Al Pacino, Roy Scheider, Jack Lemmon y Peter Sellers. Asimismo, la película fue galardonada con 4 estatuillas más: Mejor película, Mejor director, Mejor actriz de reparto y Mejor guion adaptado.

Por Daniel López Pacha.

Poe.

Si tuviera que elegir un segundo padre, ese sería Edgar Allan Poe, el “padre de la novela policíaca” o “el padre de la narrativa de terror” como se le conoce, con el que desde chico conocí la literatura en todo su esplendor. A los diez años me regalaron Narraciones Extraordinarias y me encantó, me embrujó, en el buen sentido. Toda esa escritura y esa mágica pluma me cautivó y me llenó de gozo, describiendo con originalidad escenarios decadentes y terroríficos de una forma romántica. He leído toda sus obras y me acompaña constantemente en todo lo que hago. Con él pude conocer mi amor hacia el terror. Mi poema preferido es Eulalia, donde describe con mucho amor la muerte. Como dijo Poe: “A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita a una copa.”

Por Mario Luzuriaga.

Henry Jones, Sr. y Daniel Hillard.

Desde los orígenes del cine siempre se asoció a la figura paterna con la seriedad, el respeto y sostén de la familia. Pero la sociedad va evolucionando y ya los padres van cambiando, teniendo una relación más de amistad y camaradería para con sus hijos. Eso se ve reflejado hasta el día de hoy.

Pero en esta ocasión voy a hablar de dos padres del cine que me tocan de muy cerca. Ellos son Henry Jones, Sr. y Daniel Hillard; dos hombres muy distintos, pero que tienen un amor muy especial por sus hijos.

Indiana Jones y la última cruzada es mi preferida de la saga del arqueólogo, ya que es una película que comparto con mi papá. Henry Jones, Sr es un hombre educado, profesor, sarcástico y con un carisma increíble, que llega en un momento clave en la historia. Ambos son diferentes, pero cuando tienen sus charlas y aventuras durante la búsqueda del Santo Grial, son similares a las que mantengo con mi propio padre.

Ambos tenemos profesiones diferentes y discusiones iguales como las que mantienen Indy y Henry, pero al final cierran tanto o mejor que la propia película, sobre todo en las escenas en el zepelín, como en el gran abrazo que se dan luego del enfrentamiento en el Cañón de la Luna Creciente. Aunque no cabalgamos hacia el horizonte, siempre que viajamos y vemos el atardecer nos hace recordar con una sonrisa ese espectacular final.

Pensarán por qué habré nombrado a Daniel Hillard, y es que la relación que Robin Williams tiene con sus hijos en Mrs. Doubtfire es similar a la que mantengo con mis propias hijas. Daniel es un padre que oficia más de amigo y confidente de sus hijos, mientras que su esposa es quien lleva los pantalones y decide divorciarse de él. Eso hace que se separe de sus hijos y se transforme en una viejecita para que pueda verlos todos los días.

Lo que me acerca a este personaje es la separación, un momento difícil para los hijos, quienes no tienen por qué sufrir los temas de los adultos. Pero como bien lo dice el mensaje final de la película: no hay fronteras para el amor entre un padre y un hijo.

Por Diego M. Bravo.

Kevin Costner en El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) de Zack Snyder y John Wayne en Más corazón que odio (The Searchers, 1956), de John Ford.

En un excelente rol de reparto, Kevin demuestra toda su madurez actoral, en un papel clave, el mentor humano y figura paterna adoptiva de un joven Clark Kent, al que no solamente dota de un apellido, sino que le enseña junto a su esposa Martha (Diane Lane) cómo sobrellevar su inmensos superpoderes y cómo usarlos, demostrando su grado de sacrificio, en su última escena, sin necesidad de palabras, pero que con el gesto y esa mirada inolvidable, lo dicen todo y emociona siempre.

Considerada por la crítica mundial como el mejor western de todos los tiempos, a título personal, la considero la mejor peli de la historia del cine. Obra maestra absoluta, con un título en castellano que spoilea todo, pero con el tío Ethan (Wayne) persiguiendo durante años a un jefe indio que masacró a su flia y secuestró a su única sobrina (una joven Natalie Wood). El ideal de locura, de Ethan, es matarlos a todos, incluso a su sobrina, a quien considera una traidora. Es un film de una complejidad psicológica y dramática fascinante, enmarcado en el salvaje oeste. Pero en la última escena, en vez de matarla, adopta la figura paterna que ella perdió, y dice la inolvidable frase: “Let’s go home Debbie”. Una joya invaluable del cine de siempre.

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