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Directores latinoamericanos | Hoy: María Luisa Bemberg

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El eco de mi voz

Bienvenidos a una nueva nota de Revista Sincericidio. Hoy se conmemora el Día Internacional de la Mujer, y es por ello que queremos homenajear a una de nuestras grandes luchadoras por sus derechos. En esta nueva nota de la sección Directores Latinoamericanos, voy a aprovechar el reciente estreno en la plataforma STAR + del documental de Alejandro Maci, María Luisa Bemberg. El eco de mi voz (2021), sobre la vida y trayectoria de la directora argentina ya fallecida.

Por César Arturo Humberto Heil

A puro corazón

El trabajo realizado por el director Alejandro Maci, quien fuera asistente de dirección de la directora en sus últimas dos películas, es un verdadero prodigio de la investigación. Casi todo el relato pasa por la voz de María Luisa Bemberg y son muy pocas las intervenciones de otras personas.

Con un minucioso trabajo de recolección de material de archivo de todo tipo, desde entrevistas televisivas, audios radiales, fotografías y material de los backstage de las distintas filmaciones, el director Maci arma un hermoso caleidoscopio, en donde ninguno de los distintos momentos trascendentales en la vida de la directora queda fuera. Así, va construyendo una mirada intimista y personal sobre sus raíces, centradas en el seno de una familia tradicional porteña de un nivel económico alto, su inicio tardío en el mundo del cine, sus relaciones personales y familiares, en donde se destacan sus hijos y sus nietos y por sobre todas las cosas, y base del documental, su férrea convicción sobre el feminismo, estandarte que no dejó de enarbolar hasta su muerte en 1995.

El documental también deja bien en claro lo difícil que fueron sus comienzos en la dirección y los escollos que tuvo que sortear por ser mujer, como así también los rechazos recibidos a sus proyectos por parte de Miguel Tato, censor del Instituto Nacional de Cine durante el gobierno militar.

El eco de mi voz es un trabajo realizado con el corazón, desde las mismas entrañas, y eso se nota. Cada fragmento de archivo, cada audio y cada fotografía están puestas en el lugar justo, como las piezas de un rompecabezas que encajan en un único espacio. Maci no solo pone en imágenes la voz de María Luisa Bemberg, sino que además emociona gracias el excelente uso de los recursos narrativos y expresivos disponibles. Junto a su editor Alejandro Carrillo Penovi realizan un trabajo verdaderamente artesanal, que lo aleja de los convencionalismos del cine industrial para darnos una fantástica mirada sobre una de las pioneras en el cine en nuestro país.

El retrato se completa con algunas entrevistas, entre las que se destacan las de Lita Stantic, quien fuera productora de sus películas, el “chango” Félix Monti, director de fotografía que la acompañó durante años, el propio Alejandro Maci, su amigo y guionista Jorge Goldenberg y los actores Susú Pecoraro e Imanol Arias, los dos intérpretes principales de Camila (1984), filme que compitió por el Oscar a la Mejor Película Extranjera en el año 1985 y no lo obtuvo. El filme sí tuvo su reconocimiento, al recibir el premio a la Mejor Actriz en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, en 1985.

Conclusión

María Luisa Bemberg. El eco de mi voz es un documental con mayúsculas, que apela al retrato en primera persona y que justifica sus méritos en la inteligencia de su estructura narrativa y en el amor por el cine y por la directora.

Calificación: Excelente

Disponible: STAR +

María Luisa Bemberg. Sus comienzos

María Luisa Bemberg (1922 – 1995) nació en la ciudad de Buenos Aires, el 14 de abril de 1922, en el ámbito de una familia tradicional ampliamente vinculada a la industria, el comercio y también a las artes. Sin embargo, de acuerdo con los dictados de la época para las niñas, no recibió una educación formal en escuelas tradicionales, carencia que compensó con una educación a través de maestras particulares y una curiosidad intelectual innata que le permitió adquirir un amplio bagaje intelectual.

Se casó con el arquitecto Carlos Miguens siendo muy joven, tenía tan solo 22 años, algo común para la época, y con quien tuvo cuatro hijos. Durante esos años, fue sintiendo cada vez con mayor fuerza un gran vacío interior que la obligaba a replantearse su vida y especialmente el rol de la mujer en el hogar. A pesar de su amor por los hijos, no sentía que fueran suficientes para su realización personal; como ella misma afirmó, «hay que haber tenido cuatro hijos para saber que no bastan».

Desde niña ya había mostrado una intensa atracción por lo teatral, lo que la llevó a vincularse en 1949 al antiguo teatro Smart. Le siguió luego el Astral, donde obtuvo muy buenas críticas, hasta fundar, junto con Catalina Wolf, el Teatro del Globo. Durante los años que lo dirigió fue adquiriendo una experiencia muy valiosa, tanto en la marcación de actores como en los demás componentes de un espectáculo. A finales de la década de los ’60 y principios de los ’70, se produce la llegada de sus primeros nietos y las primeras incursiones en el cine. Retoma el gusto de narrar historias, y en 1970 escribe Crónica de una señora, guion que llegaría a manos del director Raúl de la Torre, quien se haría cargo de la dirección en 1971. Posteriormente, en 1975, escribiría su segundo guion, Triángulo de cuatro, y en esta oportunidad sería el director Fernando Ayala quien se pusiera al frente del proyecto.

El feminismo como estandarte

Para esa época ya había comenzado su fuerte militancia por los derechos de la mujer. Continuando con sus propias búsquedas de vida, inicia el camino hacia el debate social al participar de la Unión Feminista Argentina, de la cual es una de las fundadoras. También participa en distintas campañas tendientes a crear conciencia sobre la situación de las mujeres en la sociedad de esa época, y sobre los roles tradicionales que las limitan como personas.

Como forma de plasmar sus ideas, filma dos cortometrajes: El mundo de la mujer (1972) y Juguetes (1978). Con un claro mensaje sobre cómo se estigmatiza el rol de las mujeres desde los inicios a través de los juguetes que se les compran, o como la mirada “machista” y estereotipada de la sociedad sobre cuál debe ser su función en el ámbito doméstico, María Luisa Bemberg se empezó a constituir en una pionera de los derechos femeninos.

En 1981 rompe el círculo de limitaciones que sufrían las mujeres en la toma de decisiones y decide filmar sus propios guiones. Luego de una vasta preparación, especialmente en lo actoral, al pasar por el Actor’s Studio de Lee Strasberg, se atreve a dirigir su ópera prima Momentos (1981) que, junto con los dos largometrajes anteriores confiados a manos ajenas, conforman una pintura de mujeres de clase media y alta con una existencia heredada y no elegida. El eje temático que une estas historias de tres mujeres está centrado en las vidas que solo son armoniosas en apariencia, y que a partir de un hecho como puede ser un sentimiento de insatisfacción sexual o una infidelidad, las empuja a la transgresión y a replantearse su existencia en el mundo.

En sus siguientes filmes, María Luisa va a universalizar el ansia de autonomía de sus protagonistas, llevándolas a enfrentarse con los poderes constituidos: familia, Estado, Iglesia. En Señora de nadie (1982), en los trágicos amores de la historia de Camila O’Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez durante los tiempos rosistas (Camila, 1984), y en la insensibilidad histórica de la aristocracia terrateniente de los años ’30 y ’40 (Miss Mary, 1986), la máxima protagonista es la crítica indómita a la sociedad patriarcal.

Todas las películas de María Luisa Bemberg contienen rasgos autobiográficos. Pero acaso sea en Yo, la peor de todas (1990), donde lo individual se manifiesta más nítidamente. Para Bemberg la vida de Sor Juana Inés de la Cruz que, según la propia cineasta, «fue la primera feminista del continente americano», era una historia que no dejaba de fascinarla.

Sus atributos de mujer rebelde, por momentos iracunda, con un enorme afán de conocimiento y un profundo sentido de la independencia, eran cualidades afines con el sentir y el pensamiento de María Luisa Bemberg, y es por eso por lo que eligió contar la historia de Sor Juana, inspirada en un ensayo de Octavio Paz. Lo hizo con un estilo despojado, ascético, casi alegórico y con tintes de teatral, utilizando un distanciamiento que le dio a ese retrato profundidad, riqueza y trascendencia, donde dejó bien en claro los celos y envidias que despierta un espíritu libre en los rígidos estamentos de poder social, político y religioso, de una época que funciona como metáfora de su tiempo.

En lo formal, Bemberg fue imponiendo una estética propia, esa «mirada de mujer» con la que había soñado. La crítica le reconoce sus méritos y la mayoría de sus filmes fueron galardonados en distintos festivales. Momentos es premiada en Cartagena y Chicago; Señora de nadie en los festivales de Taormina y Panamá; Camila fue candidata al Oscar de la Academia de Hollywood, Yo la peor de todas obtuvo premios en los festivales de Chicago, Cartagena, Venecia y La Habana, Miss Mary recibe los lauros de los festivales de Tokio y Venecia. En este último participó también como jurado, así como en los de Chicago, Berlín y Cartagena.

El último filme de María Luisa fue De eso no se habla (1994). Si bien conserva el sello Bemberg, hay un notorio cambio de registro en esta narración sobre los amores de un extranjero con una enana. Deja aquí la narración literal y opta por la vía de la metáfora, lo onírico, la sátira, dentro de un cuadro costumbrista magistralmente recreado y actuado por el gran actor italiano Marcello Mastroianni.

Sus últimos días

María Luisa Bemberg nunca dejó de trabajar en lo que amaba. Incluso ya estando enferma, encontró la energía suficiente para dar forma a su último guion, El impostor (1997), cuya realización no pudo llegar a ver y que fuera realizado por su asistente Alejandro Maci y por expreso pedido de ella.

Dos meses antes de su fallecimiento, María Luisa Bemberg tiene un gesto de enorme generosidad, al entregar al Museo Nacional de Bellas Artes toda su pinacoteca personal, donación que fue concretada a través de sus hijos. La colección de veintisiete obras que incluyen a varios maestros rioplatenses es un excelente legado que, junto a sus obras cinematográficas constituyen un importante reconocimiento a su trayectoria y al amor por el arte.

Dentro de la historia del cine latinoamericano, María Luisa Bemberg es un caso atípico. No es habitual que una mujer luego de dos cortometrajes y dos guiones, se integre al mundo del cine como directora con 58 años, una edad en que la mayoría de las personas piensan en la jubilación.

Gracias a su lucha dentro del movimiento feminista, María Luisa Bemberg colocó a la mujer y sus conflictos en la escena de la discusión social y política del país. Con su filmografía sembró las bases para la reivindicación de los derechos de las mujeres, a partir de la incorporación a sus historias de personajes femeninos que intentan vencer los prejuicios sociales.

Fallece en Buenos Aires un 7 de mayo de 1995.

Filmografía

(1971) Crónica de una señora. Dirección: Raúl de la Torre
(1972) El mundo de la mujer
(1975) Triángulo de cuatro. Dirección: Fernando Ayala
(1978) Juguetes
(1980) Momentos
(1982) Señora de nadie
(1984) Camila
(1986) Miss Mary
(1990) Yo, la peor de todas
(1993) De eso no se habla
(1997) El impostor. Dirección: Alejandro Maci

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