El Cuervo: Soy darks
3 minutos de lecturaBienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Dirigida por Rupert Sanders, la remake de El cuervo es una oportunidad desperdiciada para revivir una historia que, en su versión original, combinaba lo fantástico con lo sobrenatural de forma mucho más interesante que en este revival soso.
Por Gastón Dufour
La historia, que se centra en un joven rebelde que regresa del más allá en busca de venganza. Tenía el potencial de resonar nuevamente en el público actual, pero la película se queda atrapada entre un homenaje nostálgico y un intento fallido de innovar.
El problema más evidente de esta versión de El Cuervo es su falta de definición. A pesar de los treinta años que han pasado desde la película original, esta nueva entrega no logra decidirse entre apelar al reconocimiento emotivo de los fans del clásico de 1994 o emprender un enfoque más intelectual que reimagine la historia de manera innovadora.
El Cuervo sin decisión
Esta indecisión resulta en un producto final que no satisface ni a quienes buscan revivir la emoción del pasado ni a aquellos que esperaban una versión más arriesgada y moderna.
Bill Skarsgård, encargado de asumir el papel principal, enfrenta un desafío considerable. Aunque se esfuerza por transmitir la angustia y desesperación que caracterizan a su personaje, su actuación se ve afectada por reminiscencias de su papel como Pennywise en It.
Los gestos y tics que empleó para dar vida al terrorífico payaso se trasladan a este nuevo rol de manera inapropiada. Y lo hace distorsionando la figura del vengador trágico.
Además de lo que señalo en el párrafo anterior, el establecimiento del marco previo se presenta como una intro aburrida.
En ella Skarsgård y la cantante y compositora FKA Twigs construyen una seguidilla de videos musicales en los que importa más mostrar lo jóvenes y dúctiles que son como pareja sexual que aportar algo relevante a lo que se pretende contar.
En lugar de añadir profundidad, la interpretación del actor principal acaba debilitando la conexión con el personaje, haciéndolo más incoherente que conmovedor.
El manejo de El Cuervo
El manejo del simbolismo en esta remake también es deficiente. Mientras que la versión original utilizaba estos elementos para explorar la psicología de sus personajes de manera profunda. Aquí aparecen de manera superficial y carentes del impacto emocional necesario.
Este enfoque plano y poco articulado impide que la película construya una identidad propia. Y la deja atrapada en una mediocridad que contrasta con la fuerza y singularidad del original.
En última instancia, la remake de El Cuervo intenta rendir homenaje a su predecesora, pero se desvanece en su intento de ofrecer algo que trascienda.
En lugar de convertirse en una obra con una identidad única, se limita a ser un ejercicio de nostalgia que no logra capturar la esencia que convirtió al original en un clásico de culto.
Lo que podría haber sido una reinvención audaz se queda en un intento tibio y sin dirección. Y deja a la audiencia con la sensación de que se ha ofrecido una pálida sombra del original.
Conclusión
Con opiniones divididas y pese a la insistencia de que no se trata de una remake, obviando el significado literal de la palabra (está basada en el comic…en que se inspira también la película con Brandon Lee). El Cuervo es un fallido tosco que por momentos se encuentra a medio camino entre un reality musical y cualquiera de las películas de John Wick mezcladas. El pibe Skarsgård aparece casi siempre y de manera innecesaria sin remera. Se nota que es un motivo estético «rebelde» hasta que ves que con ella luce como un alumno de la escuela rolinga, y eso explica todo. Luego ante cada regreso a la vida en la que emula a Patrick Swayze en Ghost nada más le falta decir: «Soy darks». Que la cuidada utilización de la iluminación no los engañe; con ese presupuesto es lo menos que pueden hacer.