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La cocina: La ilusión del sueño americano

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La cocina

Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. En tiempos de Donald Trump, en donde la intolerancia a la diversidad cultural y de género se ve amenazada por deportaciones masivas, reconocimiento de solo dos sexos e ideas estrafalarias sobre la construcción de muros para la contención de migrantes, llega La cocina (2024) filme mejicano de Alonso Ruizpalacios, y de reciente estreno en la plataforma Max, resulta una interesante mirada sobre la difícil vida del inmigrante en los Estados Unidos de Norteamérica.

Por César Arturo Humberto Heil

Menú cultural

La cocina es un filme coral en donde la vida de varios inmigrantes de distintos países se juntan alrededor de un restaurante de Nueva York, especialmente en el centro neurálgico que es la cocina.

Allí mejicanos, colombianos, salvadoreños, dominicanos, europeos y norteamericanos por nombrar algunos, se esfuerzan todos los días para salir adelante trabajando duro en medio del fragor y las presiones que implica cocinar para la clientela de la gran manzana.

A pesar de ser una historia de personajes, la trama principal se centra en el cocinero mejicano Pedro (Raúl Briones) y la mesera norteamericana Julia (Rooney Mara). Ambos tienen una relación complicada.

Julia ha quedado embarazada de Pedro y se rehúsa a tener el bebé.

Pedro sueña con una familia juntos y no quiere que se haga un aborto a pesar de que le da el dinero que necesita. Este extraño comportamiento nos da un indicio de la inestabilidad emocional y psicológica de Pedro.

Por otro lado, Julia parece ocultarle algo y su postura en la relación es también ambigua.

En medio de ese dilema moral y de relaciones toxicas, un faltante de dinero en una de las cajas ha puesto en alerta a Rashid (Oded Fehr) el dueño de restaurant. Las sospechas sobre el posible responsable recaen en todo el personal, pero especialmente en Julia, ya que el monto faltante coincide con lo que necesita para el aborto. En una micro comunidad con tanta diversidad cultural y cierta tendencia al chismerío, la noticia corre rápido y llega a oídos de Luis (Eduardo Olmos) jefe de personal y encargado de averiguar quién es el ladrón.

La cocina

Es en este contexto de sospechas y una relación enferma que el filme se desarrolla. Alternando las dos líneas narrativas mencionadas con las más frenéticas situaciones de una cocina en plena ebullición, el filme se mueve entre el conformismo, la servidumbre, las humillaciones y las aspiraciones de conseguir los papeles definitivos para ser legales, prosperar económicamente y lograr el tan ansiado sueño americano.

Una olla a presión

Se podría decir que esa cocina es un pequeño universo multifacético en conflicto constante. Como toda congregación de humanidades diversas no está exenta de confrontaciones. Las desavenencias culturales y sociales, las disputas territoriales, cada empleado tiene asignado su lugar y su función, y el solapado rechazo al inmigrante, son un verdadero caldo de cultivo para inevitables enfrentamientos.

Ese ambiente caótico y convulsionado por la dinámica laboral, especialmente en las horas pico, se transforma en una olla a presión al límite del estallido. Cada uno de los personajes está al borde de la trasgresión y la consecuente agresión. Es algo latente, que se mueve por debajo de la nimia trama, y que perturba como un funesto recordatorio de que algo malo va a ocurrir.

La cocina

Esta tensión in crescendo no hace otra cosa que exponer la fragilidad y la vulnerabilidad del inmigrante en tierra de gringos. Los ilegales no solo deben soportar el sometimiento patronal, quien es otro inmigrante, ya sea directo o indirecto, pero con más suerte, sino que también son víctimas de sus compañeros norteamericanos, muchas veces intolerantes ante un idioma que no les es propio.

Toda esta tensión acumulada tendrá su explosión final con una de las mejores escenas de todo el filme.

Una adaptación algo surrealista

La cocina es una adaptación de la obra teatral del mismo nombre de Arnold Wesker (1932-2016) que el director Ruizpalacios se encargó de adaptar y de escribir también el guion.

En ese traspaso, el director mantiene bastante el espíritu teatral, ya que predominan los diálogos como sostén narrativo. Lo que dicen y hacen los personajes son el trasfondo del filme y eso es importante a la hora de trasmitir las distintas ideas centrales.

Pero Ruizpalacios no se queda solamente en esa narrativa estanca y declamatoria de las obras teatrales, sino que le agrega cierto surrealismo al incorporar escenas un tanto extrañas como puede ser la de la cocina inundada en pleno día de trabajo.

La idea de que la enorme arca de Noé que es la cocina se está hundiendo es fantástica, pero su resolución no es para nada creíble.  Esto que digo se sustenta en dos razones. Por un lado, es imposible que se los vea trabajar de la manera que lo hacen con el piso anegado de agua. En segundo lugar, porque el efecto de la inundación está hecho digitalmente y se nota que cuando caminan no lo están haciendo en medio del agua. 

La cocina

Una decisión artística que no funciona en el conjunto

El uso del blanco y negro le da al filme ese tono melancólico y lavado, propio de unos personajes sin color, grises y apagados, cuyas vidas no van a verse modificadas a pesar de estar trabajando en pleno centro de Nueva York.

El problema está en que en las escenas de cocina se pierde todo lo relacionado a los colores y texturas de los diferentes alimentos, haciendo que todo luzca en ese medio tono apagado y gris. Es una pena porque si hay algo bonito para retratar en color son los platos de comida. Una decisión artística que funciona para los personajes y no en el conjunto.

Algo que llama la atención es el comienzo con el personaje de Estela (Ana Díaz) una mejicana que no habla inglés y que llega al restaurant con la intención de trabajar allí porque es pariente de Pedro.

Cualquier espectador normal intuye que Estela será nuestro personaje principal por el tiempo que se le da en pantalla desde la primera escena. Pero nada de eso sucede ya que toda la historia se va a centrar en Pedro y en Julia.  Por otro lado, el personaje de Estela no aporta nada, ni cambia nada en la historia y casi no tiene participación, siendo un secundario intrascendente e innecesario.

Conclusión

La cocina es un filme que resulta interesante desde la perspectiva de las temáticas que trata. La discriminación, la explotación laboral, la ilusión del sueño americano, el choque cultural, las relaciones toxicas y el aborto son algunos de los temas que se presentan. Estas temáticas son siempre candentes y bienvenidas cuando un filme se atreve a tocarlos con la seriedad y la profundidad que merecen. La cocina lo hace y bien.

Su principal inconveniente es cierta morosidad en algunas situaciones innecesarias que alargan la trama sin justificación y algunos momentos de la puesta en escena desacertados como el uso del blanco y negro y la inclusión de cierto surrealismo.

A pesar de estos detalles, el filme es una muy buena propuesta para comprender que los inmigrantes latinos y de otros países están muy lejos del sueño americano. Siempre serán la escoria y la mano de obra barata que alimenta el mecanismo voraz y perverso del capitalismo más salvaje del mundo.

Disponible: HBO Max

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