Tierras perdidas: Una tierra olvidable
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Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Tierras perdidas (In the Lost Lands), película épica de fantasía oscura de 2025 dirigida por Paul W. S. Anderson, con un guion de Constantin Werner a partir de una historia que ambos coescribieron. Basada en el cuento homónimo de George R. R. Martin. La fotografía fue de Glen MacPherson, la música de Paul Haslinger, la edición de Niven Howie. La filmación comenzó el 14 de noviembre de 2022 en Alvernia Studios en Polonia y concluyo en febrero de 2023, luego de 46 días.
Por Daniel López Pacha
Reparto
Milla Jovovich (Gray Alys), Dave Bautista (Boyce), Arly Jover (Ash), Amara Okereke (Melange), Fraser James (Patriarca Johan), Simon Lööf (Jerais), Deirdre Mullins (Mara), Sebastian Stankiewicz (Ross), Jacek Dzisiewicz (Señor Supremo), Tue Lunding (El Martillo), Ian Hanmore (El Extraño), Eveline Hall (anciana sin hogar), Kamila Klamut (Comadrona), Caoilinn Springall (Chica Joven), Pawel Wysocki (El Jugador), Jan Kowalewski (Joven Monje), Tomasz Cymerman (Escolta), Nicolas Stone (Kane).
Sinopsis
Impulsada por un anhelo que raya en la obsesión, la reina Melange encarga a la enigmática hechicera Gray Alys una misión prohibida: viajar hasta las remotas y espectrales Tierras Perdidas en busca de un antiguo sortilegio capaz de otorgar la maldición —o el don— de convertir a una persona en hombre lobo. Acompañada por Boyce, un cazador taciturno curtido en batallas contra horrores innombrables, Gray atraviesa un mundo donde cada sombra puede ser letal y la magia susurra verdades que nadie debería oír. Sin embargo, sólo ella guarda el secreto más temido: todo deseo cumplido exige un precio… y algunos no se pueden pagar sin destruirse por dentro.
Un viaje sin rumbo
Paul W.S. Anderson es un nombre que, aunque jamás ha sido del todo bien recibido por la crítica especializada, ha logrado mantenerse firme dentro del cine de acción y ciencia ficción gracias a su estilo visual reconocible y su insistencia en adaptar franquicias de videojuegos populares. Con títulos como Mortal Kombat (1995) y Resident Evil (2002), Anderson construyó una filmografía irregular pero inconfundible. Esta vez, su regreso está marcado por un ambicioso proyecto: llevar al cine un relato breve de George R. R. Martin.

Junto a su inseparable Milla Jovovich, esposa y musa de varios de sus filmes, Anderson presenta Tierras Perdidas, una película que parecía destinada a sorprender por la potencia de su material de origen. Sin embargo, lo que debía ser una reinvención épica de un cuento oscuro y simbólico se transforma en una experiencia desconcertante, caótica y, por momentos, vacía.
Adaptar para borrar
La historia original, In the Lost Lands, publicada en 1982 dentro de la antología Amazons II, ofrecía un potente relato de tono moral que exploraba los deseos y sus consecuencias. En la adaptación cinematográfica, sin embargo, el guion reescribe casi por completo la narrativa, eliminando gran parte de la carga simbólica y filosófica del texto original.
El mayor pecado de la película es su falta de construcción de mundo. La fusión entre elementos fantásticos y estéticas propias del western postapocalíptico suena prometedora en papel, pero en pantalla resulta poco inspirada. El universo que propone la cinta es apenas un esqueleto sin carne ni profundidad, lo que deja al espectador flotando en un limbo narrativo que nunca termina de tomar forma.

Una protagonista sin rumbo
Jovovich, como era de esperarse, asume con determinación su rol protagónico. Su presencia es fuerte y carismática, y no se puede negar que sostiene con dignidad el peso del filme. Aun así, ni su compromiso actoral ni su energía son suficientes para rescatar a una historia que se pierde entre líneas mal desarrolladas y decisiones narrativas cuestionables.
El arco de su personaje carece de evolución, y el guion le impide brillar más allá de unas pocas escenas de acción. El final, que en el cuento original tenía un tono sombrío e inesperado, aquí se siente forzado, casi edulcorado, perdiendo así el impacto emocional y temático que lo hacía memorable. Sorprende saber que George R. R. Martin no conocía los cambios del guion hasta el día del estreno, aunque los aceptara. La moraleja, esencial en el texto, se diluye en una serie de escenas inconexas.
Estética saturada y narrativa fragmentada
Desde el aspecto visual, Anderson apuesta nuevamente por una puesta en escena saturada de efectos digitales, paisajes artificiales y filtros de color deslucidos. El resultado es una película que se ve opaca y despersonalizada. Los escenarios generados por computadora nunca llegan a convencer, y el uso excesivo de pantalla verde refuerza una sensación de irrealidad que impide conectar con la historia.

Si bien algunos planos logran cierto atractivo visual, el conjunto se percibe como una maqueta sin alma. Las decisiones estéticas no están al servicio de la narrativa, sino que parecen existir como mero adorno. El montaje, por su parte, tampoco ayuda a clarificar las múltiples tramas, que se suceden sin ritmo ni cohesión, creando un entramado confuso y poco satisfactorio.
Un guion sin alma
Quizás el mayor problema estructural del film radica en la necesidad de estirar un cuento breve hasta alcanzar una duración cinematográfica estándar. Lo que en origen era conciso y potente, aquí se alarga con subtramas innecesarias, personajes poco desarrollados y una mitología que jamás termina de explicarse con claridad.
La monarquía, las reglas del universo, el contexto histórico: todo parece improvisado. Esta sobrecarga de capas y líneas narrativas hace que el espectador se pierda fácilmente. En lugar de enriquecer el relato, el exceso de ambición termina por desdibujar cualquier intento de coherencia dramática o simbólica. La historia no respira; se ahoga.

Acción contenida y un dúo que funciona
A pesar de todo, Tierras Perdidas tiene algunos momentos que funcionan. Las secuencias de acción, aunque no revolucionarias, están dirigidas con más claridad que en trabajos previos del director. La cámara no tiembla ni se fracciona en cortes incomprensibles; Anderson opta por una estética más clásica y, en ese sentido, más efectiva.
La química entre Jovovich y Dave Bautista —quien cumple con solvencia su rol— aporta algo de dinamismo a una trama que, por lo demás, se arrastra. Sus escenas juntos tienen energía, incluso cierto magnetismo, pero eso no basta para sostener un relato que naufraga constantemente entre contradicciones y decisiones narrativas cuestionables.
Conclusión
Tierras Perdidas es un ejemplo de cómo una premisa poderosa puede diluirse hasta quedar irreconocible. En manos de un director más comprometido con el desarrollo temático y visual, esta historia podría haber resonado como una metáfora amarga sobre los deseos humanos y el precio de perseguirlos. En cambio, Anderson entrega una película hinchada de ambición, carente de emoción y con un mundo mal construido.

Ni siquiera la presencia magnética de Milla Jovovich ni los intentos por darle peso estético a la puesta en escena logran redimir una cinta que se pierde entre lo pretencioso y lo genérico. No emociona, no fascina, y ni siquiera entretiene con consistencia.
Es, en definitiva, otra oportunidad desaprovechada. Tierras perdidas prometía ser una rareza luminosa en el catálogo de Anderson, pero que termina por confirmar sus limitaciones como guionista. Una tierra olvidable, incluso para los fanáticos más indulgentes del género.
Disponible: En cines