Warfare: El horror de la guerra en primera persona
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Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Desde hace un tiempo a esta parte, el guionista y director Alex Garland ha dejado atrás su incursión en temáticas como la ciencia ficción (Ex Machina, 2014, y Aniquilación, 2018) y el terror psicológico (Men, 2022) para adentrarse en un terreno más político y menos conservador, donde deja en claro que se encuentra en la búsqueda de una narrativa no tan convencional. Con Warfare (2025), su último trabajo, Garland confirma esta evolución autoral y radicaliza su propuesta: una experiencia inmersiva y brutal sobre la guerra en primera persona, basada en hechos reales y codirigida junto a Ray Mendoza, protagonista de la historia que se narra.
Por César Arturo Humberto Heil
Un paso más allá de Guerra civil
Con Guerra civil (2024), ya había empezado a mostrar atisbos de este viraje hacia un cine desligado de las narrativas tradicionales. Con Warfare (2025), Garland se adentra en una historia real sobre las vivencias de Ray Mendoza —aquí codirector del filme— y sus compañeros Navy SEALs en Ramadi, Irak, en 2006. Una peligrosa misión los llevó a tomar posesión de la casa de una familia iraquí para usarla como centro de vigilancia. Durante su ocupación serán atacados por fuerzas iraquíes y posteriormente evacuados por parte del ejército estadounidense.
Narración sin concesiones
Intentar hablar sobre Warfare no es más que eso: es una escueta historia en donde las tensiones y los conflictos se circunscriben a intentar salir con vida de esa casa y salvarles la vida a los heridos (producto de un explosivo casero). Garland y Mendoza solo intentan ser lo más fieles al suceso original. Por eso la narración es lineal, sin saltos temporales y casi en tiempo real. En esa dinámica semi documental, el filme se vuelve una radiografía de un grupo especial de soldados ante una situación límite.
Retrato coral sin protagonistas
Es imposible, en un grupo de más de diez individuos, poder focalizar en algún personaje. Esto hace que los diferentes caracteres de cada uno se puedan percibir a cuentagotas. Tanto a Garland como a Mendoza no les interesa entretener mediante los artilugios de la dramaturgia audiovisual, sino más bien exponer los hechos de la manera más realista posible y de forma coral.
Un film incómodo y necesario
Esto da como resultado un filme incómodo, lento, en donde el tiempo de los personajes es el del espectador, y en donde el aburrimiento y el miedo cohabitan en un mismo momento, sin concesiones ni dilaciones. Por momentos recuerda al filme Beau travail (1999) de Claire Denis en su parsimonia, en esa dulce espera cuando nada sucede. Claro que Warfare no es la exploración física y psicológica de los hombres de la Legión extranjera que hace Denis. Warfare es otra cosa, porque cuando aparece el horror de la guerra lo hace sin anestesia, al hueso, como un cirujano de tiempos antiguos.

Cuerpos fragmentados y una guerra sin gloria
Los cuerpos desmembrados, casi pulverizados por el explosivo enemigo, son expuestos en su desnudez más cruda, como una manera de gritar —a modo de diatriba— la insensatez de la guerra y la condena a sus gestores. Warfare es un testimonio antibélico brutal, que no esconde sus intenciones y que no pretende enrolarse en los convencionalismos del género bélico ni en el gusto hollywoodense por romantizar la guerra con buenos y malos, con ganadores y perdedores. Aquí no hay nada de eso: solo un puñado de hombres apabullados por el miedo, intentando salir con vida.
El heroísmo como bandera política
Claro que, al estar inspirado en hechos reales y estando un protagonista directo detrás de las cámaras junto a Garland, la épica heroica es inevitable. Pero ese heroísmo genuino siempre está en sintonía con el mensaje global y nunca se aparta de lo terrible y negativo que es una guerra. Son héroes a medias, literal. Los sobrevivientes no solo no tienen todas las partes de sus cuerpos: están rotos, no solo físicamente sino también psicológicamente.
Dirección inmersiva y visceral
Alex Garland dirige de manera brillante y capta el espanto de la guerra no solo en la violencia gráfica, sino en los rostros de aquellos que estuvieron ahí y que se ven desbordados por la situación. Por su lado, Ray Mendoza le da ese realismo en cada una de las situaciones, en cada uno de los movimientos de las tropas que, sumados a las tomas, encuadres y movimientos de cámara de Garland, hacen que todo se sienta y se vea en primera persona, como en un videojuego.

Conclusión: una guerra sin épica, pero con verdad
No se trata de saber si Warfare es la mejor película de guerra. Lo que sí puede afirmarse con claridad es que el filme de Garland y Mendoza no es solo una película: es un documento cinematográfico de una experiencia límite. Su apuesta por el realismo extremo, su rechazo a la narración convencional y su retrato coral sin héroes tradicionales la convierten en una rareza dentro del cine bélico reciente. Garland y Mendoza no buscan conmover ni moralizar: solo exponen el horror y lo dejan ahí, frente a nuestros ojos. Y eso, en tiempos de espectacularización de la guerra, es un acto profundamente político.
Disponible: Prime Video