El hombre del sótano: Un fallido experimento social sobre racismo y culpa
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Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. El hombre del sótano (The Man in My Basement 2025), ópera prima de la directora Nadia Latif basada en la novela de Walter Mosley, se asemeja más a un experimento social que a una película convencional. De esos que buscan interpretar problemáticas complejas para validar una tesis inicial. ¿Y por qué digo esto? Porque el filme aborda la temática del racismo y la supremacía blanca de una forma extraña y, por momentos, confusa. La película confunde los caminos del discurso y nunca logra plasmar con solidez ni convicción las múltiples ideas que intenta exponer.
Por César Arturo Humberto Heil
Entre lo simbólico y lo confuso
Ambientada en los años 90, la historia transcurre en Sag Harbor, Nueva York, un barrio con una fuerte comunidad afroamericana. Allí vive Charles Blakey (Corey Hawkins), un hombre negro con estudios universitarios pero desempleado, que atraviesa una difícil situación económica y emocional.
Charles habita solo en la casa que ha pertenecido a su familia por ocho generaciones. Está al borde del remate si no paga la hipoteca, y arrastra además una profunda depresión y alcoholismo, tras haber cuidado a su madre y a su tío hasta sus muertes.
Cuando todo parece perdido, aparece Anniston Bennet (Willem Dafoe), un encantador, pero inquietante hombre de negocios que le propone alquilar el sótano de su casa. Al principio, Charles se niega, pero la desesperación lo lleva a aceptar la oferta: 1.000 dólares diarios en efectivo durante seis meses —un total de 60.000 dólares—, con un adelanto inicial de 25.000. La decisión marcará el inicio de una pesadilla tan retorcida como simbólica.
Un relato que pierde el rumbo
A partir de ese punto, el guion se enreda en una sucesión de situaciones ambiguas e inconexas. La tradición africana, representada por tres máscaras rituales, se mezcla con los sueños perturbadores de Charles en donde la realidad y lo onírico se mezclan con imágenes de su madre y con la aparición de Narciss Gully (Anna Diop), una anticuaria especializada en arte africano que intenta ayudarlo a vender los objetos familiares que rescata del sótano.

Lo que ocurre allí abajo con Anniston Bennet es tan difícil de imaginar como de interpretar. Sin revelar detalles, basta decir que las escenas entre ambos personajes parecen sacadas de una obra teatral: extensos diálogos sobre la identidad, el origen del mal, la culpa y la tortura psicológica. Todo funciona como una gran metáfora sobre la supremacía blanca y el rol servil impuesto a los africanos durante siglos.
Pese a su ambición temática, El hombre del sótano se queda sin recursos narrativos. Intenta abarcar demasiados asuntos —el trauma, la herencia, el racismo estructural, la culpa y lo sobrenatural— sin darles tiempo ni coherencia dentro del relato.
La historia se diluye entre las subtramas de Charles, la enigmática identidad de Bennet y las máscaras africanas que parecen ejercer poder sobre el protagonista. El resultado es una sucesión de ideas sugerentes, pero sin una conexión clara que las unifique.
Conclusión
El hombre del sótano propone una exploración interesante sobre el racismo, el poder y la culpa histórica envuelta en un thriller psicológico de atmósfera inquietante. Sin embargo, sus fallos narrativos y su dispersión temática impiden que la película alcance todo su potencial.

Aun así, logra mantener el interés del espectador gracias al magnetismo de sus protagonistas y al misterio inicial, aunque sin terminar de convencer al ser una obra tan irregular como confusa.
A pesar de sus errores, rescato la virtud de atreverse a incomodar y reflexionar sobre las heridas persistentes del racismo en la sociedad contemporánea.
Disponible: Disney+