Orozco, el embalsamador: La brutal dignidad
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Bienvenidos a una nueva nota de Revista Sincericido. Continuando con el especial del Día del Trabajador, les propongo para la ocasión seguir la historia de Orozco, un viejo embalsamador cansado que ofició durante treinta años en El Cartucho, una de las favelas más miserables de Bogotá, capital de Colombia.
Como todos sabemos, ciertos sectores de Colombia son considerados extremadamente peligrosos, particularmente Bogotá y Cali, las ciudades con mayor percepción de inseguridad actualmente. Con sus carteles y ajustes de cuentas (al igual que muchos países de América Latina) tiene una tasa de inseguridad altísima. Si a esto le sumamos la inconmensurable pobreza de estos barrios, las enfermedades y las epidemias, podemos presumir que el amigo Orozco no habrá tenido muchos momentos de ocio durante sus tres décadas de trabajo.
Este hombre senil y desdentado cortó, destripó, maquilló y embalsamó cadáveres durante más de treinta años. Todo esto para hacerlos un poco más dignos y presentables a sus seres queridos. Es este recorrido horriblemente rutinario el que nos propone seguir Kiyotaka Tsurisaki, a través de un documental considerado uno de los más impactantes jamás realizados.
Orozco, el embalsamador es una película que presenta directamente cadáveres en pantalla. Acá no hay artificios ni FX, es la vida real con sus propias atrocidades. Es también la descripción detallada del recorrido del último acompañante del difunto, el último eslabón de la cadena necrológica: el embalsamador.
En 1996, Kiyotaka Tsurisaki decide colocar su cámara en uno de los barrios más pobres de Bogotá para trazar, durante algunas semanas, la vida cotidiana de Orozco, un viejo embalsamador. Es un hombre desgastado, pero generoso. Y sobre todo, un trabajador comprometido en hacer su labor tan particular con la mayor seriedad y honestidad posible. En su espacio reducido e insalubre trabaja con precisión quirúrgica, a pesar de sus viejas herramientas. Sin embargo, el mundo de Orozco está lleno de atrocidades.
En las calles sucias, en medio de montañas de basura, hay chicos con caras pálidas, jóvenes drogados con crack y ancianos mendigando. De repente, la cámara se detiene sobre un cuerpo tirado en medio de la calle. Una mujer acaba de ser baleada en la cabeza. Otra “clienta” para Orozco.

Orozco vio muertes naturales, por supuesto, pero también un número incalculable de personas asesinadas. Niños, mujeres e incluso un recién nacido cuyo proceso de embalsamamiento es especialmente impactante.
La película es repugnante y traumática, sin lugar a dudas. Y más aun cuando Tsurisaki no duda en hacer alarde de este horror con cierta complacencia: primeros planos de manera repetitiva, cuerpos arrugados, órganos desplegados sobre la mesa de trabajo y pieles flácidas cortadas y cosidas.
Entonces: ¿Por qué este documental es tan chocante? ¿Porque nos expone sin sombra la triste realidad de nuestro inevitable fin? ¿Porque la sociedad de consumo tiene oculta la idea de la muerte que nos parece sumamente insoportable? Para pensar y pensarnos.

Personalmente, encuentro esta película horriblemente bella, porque no elude nada de la condición humana en su efímera existencia. En cuanto a Orozco, se revela a lo largo de la película su notable abnegación y desinterés. De esta manera, el finado embalsamador ofrecía sus servicios a los más pobres por la módica suma de cincuenta dólares, mientras que sus “colegas” embalsamaban a sus clientes por una suma que octuplicaba la de nuestro protagonista, y sin negociación.
Orozco pasó su vida devolviendo cierta dignidad a los muertos, y nadie hizo lo mismo con él cuando la parca vino a buscarlo en febrero de 1998. Sin familia ni parientes, no tuvo derecho a una tumba y terminó en una fosa común. ¿Irónico, no?
Para concluir, les puedo asegurar que la película es violenta tanto en su mensaje como en su contenido. Pero juzgarla solo por su extrema violencia sería menospreciarla, porque plantea la cuestión esencial de nuestro umbral de tolerancia y la aceptación respecto al sufrimiento, a la degradación corporal y a la mismísima muerte. Mucho más profundo de lo que parece, Orozco, el embalsamador es un documental excepcional. Una película única difícil de olvidar.