Beetlejuice Beetlejuice: La Locura Continua
3 minutos de lecturaBienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. No es tarea fácil volver a una película con una prominente cantidad de fans después del tiempo transcurrido. Sin embargo Beetlejuice Beetlejuice (2024) consigue mantener la esencia del original sin traicionar sus principios.
Por Gastón Dufour
La nueva entrega dirigida nuevamente por Tim Burton es un despliegue de imaginación y humor negro que, si bien no supera a su predecesora, logra entretener a su público de principio a fin. En una época donde las secuelas tienden a explotar la nostalgia hasta el cansancio, esta película encuentra su propio camino, apoyándose en los elementos que hicieron única a la original.
El humor sigue siendo una de las piezas clave, ese toque irreverente que Burton maneja tan bien. Las marionetas y el stop motion, técnicas que hoy en día pueden parecer obsoletas, adquieren nueva vida bajo su mando. Hay un respeto hacia el arte que se aprecia en cada escena, lo que otorga a la película una frescura que escapa del convencionalismo digital.
Una sorpresa formada por uno de los fragmentos de la fiesta en que se convierte este film se relaciona con las referencias al cine de Mario Bava, y son un regalo para los cinéfilos, a través de los detalles visuales que homenajean al maestro del terror italiano.
La banda sonora, como no podía ser de otra manera, está a cargo de Danny Elfman. Cada melodía encaja perfectamente con el tono disparatado de la película. Elfman logra una vez más cautivar con sus composiciones, especialmente en los momentos cumbre.
Muchas de las canciones que aparecen a lo largo del film resultan en elecciones que funcionan a la perfección, más aún en el tramo final a partir de un guiño inesperado pero ingenioso, que suma a la atmósfera tanto macabra como divertida.
El propio Michael Keaton se reafirma como un ícono ineludible del cine actual. Su Beetlejuice no solo retoma la energía caótica que lo hizo inolvidable en el primer capítulo, sino que también añade nuevos matices que permiten al personaje crecer dentro de su propia locura. Keaton se apropia del universo de Beetlejuice con una soltura que parece innata, independiente incluso de las decisiones creativas de Burton. Su Beetlejuice trasciende, es autónomo, y eso se nota en cada escena.
Los efectos especiales, por su parte, son una oda a lo práctico. En lugar de sobrecargar la pantalla con CGI, el director opta por un enfoque más artesanal. Las criaturas de stop motion y los cuerpos desinflándose frente a la cámara son una maravilla visual que realza el carácter excéntrico de la cinta. Burton consigue que la muerte se convierta en algo cómico, incluso lúdico, tal como lo hizo en la primera película. Hay una desdramatización de la tragedia que se siente refrescante y que encaja a la perfección con el espíritu del film.
Es imposible no destacar el uso del Soul Train en una de las escenas más memorables de la película. Un momento que captura la esencia misma de lo que es Beetlejuice Beetlejuice: un espectáculo desquiciado que se permite romper todas las reglas. La mezcla de géneros, de estilos y de referencias cinematográficas da lugar a una película que, aunque imperfecta, es pura diversión.
En resumen, aunque Beetlejuice Beetlejuice no alcanza el golpe de efecto novedoso de la original, es un viaje entretenido a la locura creativa de Tim Burton. Los fanáticos de la primera película encontrarán mucho para disfrutar, mientras que los nuevos espectadores se verán atrapados por la extraña magia de su universo. Una película que, sin duda, quedará como un digno retorno de un personaje inigualable en el cine contemporáneo.