Karma: Cuando tus malas decisiones se acuerdan de vos
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Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Karma, serie de televisión de seis episodios de suspenso criminal de Corea del Sur de 2025 escrita y dirigida por Lee Il-Hyung. Basada en el webtoon Akyeon del mismo nombre de Choi Hee-seon. Música de Hwang Sang-joon.
Por Daniel López Pacha
Reparto
Park Hae-soo (Kim Beom-jun), Shin Min-a (Lee Ju-yeon), Lee Hee-joon (Park Jae-yeong), Kim Sung-kyun (Jang Gil-ryong), Lee Kwang-soo (Han Sang-hun), Gong Seung-yeon (Lee Yu-jeong), Kim Nam-gil (Yoon Jeong-min), Park Ho-san (Hwang Cheol-mok).
Sinopsis
Un trágico suceso marca el punto de encuentro entre seis desconocidos cuyas vidas, aparentemente inconexas, quedan irremediablemente unidas. A medida que las piezas del destino se acomodan, cada uno deberá enfrentarse a las sombras que ha intentado ocultar: secretos enterrados, vínculos impensados y decisiones que, tarde o temprano, exigen una respuesta. En esta intrincada red de causas y consecuencias, nadie escapa al peso de su propia historia.
Los hilos invisibles del destino
En la ficción surcoreana, el destino no es solo una idea abstracta: es una presencia activa, invisible y muchas veces despiadada. Se manifiesta como una red silenciosa que conecta a desconocidos, los arrastra, los enfrenta y los transforma. En Karma, la nueva serie criminal de seis episodios dirigida por Lee Il-hyung para Netflix, esa red se convierte en una trampa. No hay escapatoria, y cada movimiento parece estar calculado con precisión para asfixiar a los protagonistas.
Inspirada en el popular webtoon Akyeon (relación desafortunada) de Choi Hee-seon, Karma no solo adapta su historia: la amplifica. Tensa las emociones, ensombrece los conflictos y expone el lado más crudo de la naturaleza humana. La serie arranca con una imagen impactante —un hombre irreconocible por las quemaduras es ingresado en un hospital— y ese instante, cargado de misterio y horror, enciende el engranaje de un relato implacable.
Cuando el paciente susurra su nombre al médico, la reacción de este último nos confirma que hay un secreto bajo esa piel destruida. Un secreto que, como el propio título sugiere, viene arrastrando consecuencias. A partir de ahí, la narración retrocede dos semanas, tiempo suficiente para desplegar una red de vínculos, decisiones erradas y deseos reprimidos que unirán el destino de seis personas con resultados trágicos.

Estructura en espiral y narración fragmentada
Lejos del modelo tradicional de “thriller policial”, Karma elige una estructura fragmentada, que salta entre días y perspectivas. Lo que parece un formato antológico se va revelando como un rompecabezas narrativo: cada episodio se encarga de desvestir a uno de los protagonistas, mostrando su pasado, su desesperación, sus motivos ocultos. Así, los personajes no se definen por lo que hacen, sino por lo que los llevó a hacerlo.
La dirección de Lee Il-hyung encuentra un equilibrio entre el artificio narrativo y la intensidad emocional. Hay una clara intención de jugar con el tiempo sin perder el eje dramático. La cámara, siempre sombría y contenida, transforma cada plano en una amenaza latente. La luz apenas se filtra; la culpa y la duda son los verdaderos protagonistas.
La tensión se construye de forma quirúrgica, sin saltos innecesarios ni efectos gratuitos. Cada escena suma al clima opresivo, mientras las piezas del pasado se alinean para explicar —pero no justificar— las decisiones que van marcando el destino de estos seis personajes. Nada es gratuito, todo está conectado. Y eso es quizás lo más inquietante.

Actuaciones que sostienen el derrumbe
El reparto está a la altura del reto. Park Hae-soo, conocido internacionalmente por su papel en El juego del calamar, interpreta a un personaje que nunca termina de revelarse por completo. Su ambigüedad es magnética: a veces parece una víctima, otras un titiritero. Su mirada helada, su cuerpo tenso, todo en él transmite peligro.
Lee Hee-joon también brilla como un hombre al borde del colapso, acorralado por las deudas y decisiones desesperadas. Pero quizás la mayor sorpresa es Lee Kwang-soo, quien abandona por completo su faceta humorística para encarnar a un personaje quebrado, impredecible, atrapado en una espiral que él mismo ha cavado.
Entre las figuras femeninas, destaca Shin Min-a, quien aporta a su doctora Ju-yeon una serenidad trágica. Su dolor es interno, contenido, pero profundamente visible. Sin embargo, no todo es perfecto: algunos personajes femeninos, como Yu-jeong, quedan limitados a funciones narrativas en vez de desarrollarse con la misma complejidad que sus contrapartes masculinas. Es un punto flaco que debilita el retrato coral.
La ética como laberinto
Karma no predica. No señala culpables ni se regodea en castigos ejemplares. Lo que propone es mucho más incómodo: mostrar que cada acción, incluso la más bienintencionada, puede generar una catástrofe. Las decisiones aquí no se juzgan con moral absoluta, sino en función del contexto. Es un retrato crudo del dilema ético, donde el “bien” y el “mal” son categorías que se deshacen frente a la urgencia, la culpa y la necesidad.

La serie entiende al karma no como una creencia religiosa o espiritual, sino como una consecuencia inevitable. Una cadena de causas y efectos que se escapa al control de quienes la inician. Cada personaje empuja una ficha de dominó sin saber que ha encendido una reacción que terminará por aplastarlo.
Esta mirada compleja hace que el espectador se sienta menos como un juez y más como un testigo incómodo. ¿Hasta qué punto podemos prever el daño que causamos? ¿Es posible escapar de nuestros propios actos, o incluso de los actos que otros cometieron por nosotros?
Final sin redención
Karma culmina con una nota amarga, desordenada, profundamente humana. No hay grandes discursos, ni justicia poética. Algunos personajes sobreviven, otros desaparecen, pero nadie sale indemne. Los lazos que los unían no se cortan de forma limpia: se deshilachan, se mezclan, se arrastran.
No se trata de un cierre fácil. Es un final que deja preguntas abiertas, que respeta el caos emocional que se ha ido gestando durante los seis episodios. No hay moraleja. Solo queda el eco de decisiones pasadas, la sombra de lo que no se dijo, y la certeza de que el destino rara vez es justo.

Conclusión
Karma es más que un thriller criminal: es una reflexión sobre la responsabilidad, la culpa y las consecuencias inevitables. Aunque su ritmo en los primeros episodios puede parecer lento para algunos, la serie recompensa la paciencia con una narrativa que crece en complejidad y tensión. Visualmente poderosa, emocionalmente abrasiva y éticamente desafiante, se inscribe con mérito dentro de los grandes exponentes del thriller surcoreano contemporáneo.
No es una historia de redención. Es una advertencia: todo acto tiene un precio, y a veces la factura llega cuando ya no hay forma de pagarla sin perder algo irremplazable. Peor aún, cuando tus malas decisiones se acuerdan de vos. El karma no da tregua, pero sí ofrece una experiencia que perdura mucho después del último episodio.
Disponible: Netflix