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Hablemos de Adriana: Periodismo, Género y Derechos Humanos

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Hablemos de Adriana

Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Estamos en tiempos donde el mundo está puesto en jaque, y no me refiero solo a la salubridad, sino también a todo lo que es cuestión de materia antropológica, social y política. En los últimos años los feminismos tuvieron un rol protagónico en las agendas de políticas públicas de muchos países de Latinoamérica, es por eso que Hablemos de Adriana.

Por Juan Cruz Matar

Visibilizar y repudiar la falta de acción de distintos poderes respecto a femicidios, fue clave para evidenciar lo que antes se escondía debajo de la alfombra.

Pero es un desafió con toda la información licuada, el virus, las tendencias de las redes, los terraplanistas y la mar en coche. Los medios de comunicación hoy (y siempre) desempeñan un papel claro. Para nuestra desventaja, el periodismo, sobre todo el hegemónico y el alineado con intereses comerciales, tiene como objetivo construir subjetividades más que informar. Y esto no es una percepción, no seamos crédulos, es cuestión de revisar nuestros hábitos de consumo para darnos cuenta de la veracidad de esto último.

Hoy, en plena pandemia mundial, con un mundo no más enfermo que antes, pero claramente con un nuevo virus, nos pareció pertinente viajar un rato al pasado de la mano del periodista Oscar Gollnitz, y su compromiso, periodístico-humano respecto a una causa todavía vigente.

Porque cosas malas pasaron y pasan en el mundo, pero naturalizarlas no debería nunca ser una opción, sobre todo en momentos de crisis.

(Necochea – Año 1987)

Al momento de la desaparición, Adriana era una profesional veterinaria, recientemente recibida de la Universidad del Centro (Tandil). Desde niña y durante sus estudios secundarios fue una chica común, de barrio, hija de un matrimonio de clase media, trabajadora. No se le conocía actividad social ni participación política. Era más de salir con su familia que con amistades.

Adriana tenía 29 años cuando desapareció el 15 de Enero de 1987. Fue de las primeras 15 desaparecidas en democracia.

Oscar Gollnitz es periodista, reikista, escritor, padre y abuelo. Practica Surf, y disfruta de los viajes, sobre todo los interiores.

Hablemos de Adriana

Durante su carrera periodística se encontró cara a cara con muchos casos de injusticia social, policial y periodística, más en esa época. Pero hubo un caso que desconcertó a toda la ciudad y que generó en Oscar la responsabilidad periodística de salirse de la agenda, para comprometerse con la verdad. Esta es su historia. Bienvenidos a una nueva nota de Revista Sincericidio.

Oscar, contanos un poco sobre tu libro, tus motivaciones, las colaboraciones, emociones y experiencias durante la escritura (que imagino no fueron pocas).

Mi libro fue el fruto de 20 años de investigación. La principal motivación es que fue un caso policial que tomé desde del minuto uno. Tal vez el primero. Como valor agregado, conocía de ver a Adriana en el colegio, en la secundaria. Yo cursaba bachiller y ella magistrado junto a su novio Fernando Iparraguirre. 

Mi investigación comenzó buscando la noticia diariamente para el diario en el que yo entonces trabajaba. Una rutina que generalmente manejaba con la información oficial. Al conocer a los padres de Adriana sin querer comencé a involucrarme en el caso, iniciando mi propia investigación extraoficial, meramente periodística.

Con el paso del tiempo comenzó a llegarme información. La gente tenía más confianza en lo que yo publicaba que en la policía y en la justicia. Esto me sumó crebilidad en mi profesión, pero al mismo tiempo mayor responsabilidad. ¡No podía darme el lujo de poner una información equivocada!

Muchos jueces y brigadas investigativas (especialistas), golperaron en más de una oportunidad la puerta de mi casa para compartir información. Entregaba la que creía podía servir para avanzar en la causa, pero nunca la que percibía que querían que dijera. Las actitudes de los investigadores, de algunos fiscales y jueces, y la aparición de la política en el caso hicieron que tuviera mis reservas y mi desconfianza hacia ellos. Incluso, me daba cuenta cómo me grababan a escondidas mis conversaciones con ellos.

Tampoco me sentí respaldado por el diario. Sobre todo cuando me llamaba el secretario de redacción o el director y me sugerían que no escribiera tal o cual cosa.

Por eso mi libro es el resultado de información recabada en la causa; algunas de los artículos que fueron publicados en el diario; la información que no me permitieron dar a conocer, e investigación propia.

Esto me llevó a viajar por muchos puntos del país, y conversar con testigos “reservados”, policías arrepentidos y algún que otro delincuente también. Todos fueron fuentes de información calificada para mí.

Tuve muchas “recomendaciones” para no seguir. Incluso de varios de mis pares. Estuve censurado por los medios periodísticos. La presentación del libro no tuvo ese tipo de publicidad. Me encargué de todo, y tan mal no me fue porque se llenó el local (que era muy grande), se juntó gente en la vereda y estuvo todo el tiempo pese a que llovió durante toda la presentación.

Oscar, se nota que estás siguiendo la causa muy de cerca. Esto demuestra un compromiso social y humano tomado cuasi personal, se podría decir. ¿Cuál fue el disparador de que la causa te movilice tanto?

Estamos frente a un caso donde la justicia no estuvo, ni aún está presente. No es el único, es cierto, pero la injusticia siempre me moviliza. Aún queda una madre que no puede llevar una flor a su hija, esto provoca mucho dolor, mientras un puñado de responsables sigue viviendo su vida normalmente, y lo que es peor, algunos de ellos se considera “notables” en la sociedad. Una legisladora, mandato cumplido, me paró en la calle para agredirme verbalmente, por ejemplo.

Son muchos años de tu vida volcados en esas páginas. Hoy en pleno siglo XXI, con el enorme avance en cuestión de Derechos (sobre todo en empoderamiento de mujeres), crees que las cosas desde la justicia y el apoyo político (y público) se hubieran manejado distinto?

Sí, sin dudas. Mimí Celihueta (la mamá de Adriana), estuvo muy sola en el reclamo. Unas pocas veces tuvo el respaldo de pocas organizaciones de Derechos Humanos. Me atrevería a decir que me alcanzarían los dedos de una mano para contarlos. Ni siquiera recibió una palabra de aliento de Estela de Carolotto, de Abuelas de Plaza de Mayo, cuando la fue a consultar sobre qué podía hacer. “Yo busco nietos”, le respondió y le aconsejó armar alguna agrupación que la respalde.

Pasaron más de 30 años. ¿Seguís en contacto con la familia y amigos de Adriana?

Sí, con la mamá, con la hermana y sobre todo con la ahijada. Esta última está tomando la posta y se comprometió de lleno para llevar adelante esta nueva etapa investigativa que se viene.

¿Qué avances podés mencionar de la causa dentro en el marco de los últimos 5 años?

Ninguno. Recién ahora pareciera que podría existir un avance. A partir del hallazgo de huesos humanos en Costa Bonita y que se está haciendo cargo de la investigación un organismo no gubernamental. Me pone muy contento que este hallazgo esté coincidiendo con partes publicadas hace 10 años en el libro “Adriana, una causa que nunca muere”. Me llena el pecho de satisfacción.

Entiendo que hay un guión armado y una película en preproducción inspirada en tu libro. ¿Pudiste leer el guión?¿Te imaginás la historia en la pantalla gigante?

Sí, se la movida de esta película, pero aún no leí el guión. Y sí, me imagino la historia en una gran pantalla.

El libro fue fuente de inspiración ya para dos cortometrajes, y algunos estudiantes de Periodismo lo utilizaron para sus tesis, consiguiendo notas destacadas.

Algunas reflexiones finales que quieras compartir con los lectores.

Que no se olviden de Adriana. Cada 15 de enero Mimí Celihueta pide una misa en la Parroquia Santa Teresita, acompañarla hace que el caso siga con vigencia. Es el único acto de reclamo que hace la familia.

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