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Sincericidio en el recuerdo | Hoy: Drácula – La otra cara del vampiro eterno

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Drácula

Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Este Drácula, es una reinterpretación en español que trasciende las sombras de su gemela anglosajona. En 1931, Universal Pictures decidió producir una versión en español de Drácula, dirigida por George Melford, destinada al público hispanohablante en un momento en que el doblaje aún no era una práctica común.

Aprovechando los mismos decorados y equipo técnico que la versión en inglés de Tod Browning, este proyecto nocturno dio lugar a una película que, lejos de ser una simple traducción, se convirtió en una obra con identidad propia. Fue producida por Carl Laemmle Jr.

Por Daniel López Pacha

La génesis de una obra paralela

La filmación se llevó a cabo en un peculiar ciclo de trabajo: mientras el equipo angloparlante filmaba durante el día, Melford y su equipo trabajaban en las noches. Esta dinámica no solo marcó una diferencia estilística, sino que también brindó a Melford y su equipo la oportunidad de observar y, en algunos casos, mejorar aspectos de la producción original. ¿El resultado? Un filme que, si bien comparte el esqueleto narrativo, posee un espíritu distintivo que sigue fascinando a los cinéfilos.

Desde su estreno, la versión española ha vivido a la sombra de su contraparte inglesa, protagonizada por Bela Lugosi. Sin embargo, los estudiosos del cine han comenzado a reevaluar esta obra como un ejemplo destacado de cómo las limitaciones pueden estimular la creatividad, y cómo una misma historia puede adquirir matices únicos al cambiar de idioma y de enfoque cultural.

Protagonistas

Carlos Villarías/Carlos Villar (Conde Drácula), Lupita Tovar (Eva Seward), Barry Norton (Juan Harker), Pablo Álvarez Rubio (Renfield), Eduardo Arozamena (Van Helsing), José Soriano Viosca (Doctor Seward), Carmen Guerrero (Lucía), Amelia Senisterra (Marta), Manuel Arbó (Martín).

Drácula

Un Drácula menos contenido, pero igual de inquietante

El casting de Carlos Villarías como el Conde Drácula fue, en su momento, motivo de críticas y controversias. Villarías, un actor nacido en España pero formado en el teatro mexicano, tenía un estilo marcadamente diferente al de Bela Lugosi. Mientras que Lugosi encarnaba al vampiro con una contención fría y calculada, Villarías optó por una interpretación más expresiva, a veces incluso teatral.

Una anécdota poco conocida sobre Villarías es que, antes de aceptar el papel, expresó dudas sobre si podía igualar la intensidad que Lugosi ya había establecido en las primeras grabaciones de la versión en inglés. Según relatos de miembros del equipo, Melford lo convenció argumentando que su tarea no era imitar a Lugosi, sino reinterpretar al personaje bajo una luz distinta. Este enfoque permitió a Villarías explorar una faceta más apasionada del Conde, lo que resultó en momentos de gran intensidad, como la famosa escena del banquete en el castillo, donde su mirada transmite tanto seducción como amenaza.

Aunque algunos críticos han señalado que su actuación a veces roza lo exagerado, también es cierto que su Drácula tiene una humanidad subyacente que añade capas al personaje, mostrando no solo al monstruo, sino al ser atrapado en una existencia condenada.

Drácula

Lupita Tovar y el poder de una protagonista inolvidable

Uno de los mayores triunfos de esta versión es Lupita Tovar, quien interpreta a Eva Seward (la versión hispanohablante de Mina). Tovar, una actriz mexicana que había comenzado a hacerse un nombre en Hollywood, aporta una calidez y vulnerabilidad que hacen de su personaje una figura central en la narrativa.

Una curiosidad reveladora es que durante el rodaje, Tovar insistió en que su personaje tuviera momentos de mayor agencia, algo poco común en los guiones de la época. En una escena añadida específicamente para esta versión, Eva confronta al Conde Drácula en un sueño, una secuencia cargada de simbolismo que no aparece en la versión en inglés.

Este momento no solo refuerza la conexión emocional entre ambos personajes, sino que también da a Eva una fuerza interior que la distingue de otras heroínas del cine de terror clásico.

Renfield, un descenso más profundo a la locura

Pablo Álvarez Rubio, en el papel de Renfield, ofrece una actuación que supera con creces a la de Dwight Frye en la versión anglosajona. Desde su primera aparición, Álvarez Rubio utiliza gestos nerviosos, risas descontroladas y un lenguaje corporal extremo para construir un personaje que realmente parece estar al borde de la locura.

Drácula

Una escena particularmente memorable es aquella en la que Renfield es interrogado en el hospital. En esta versión, el actor añadió improvisaciones que sorprendieron incluso a los técnicos de cámara, quienes quedaron fascinados por su entrega emocional.

Tal enfoque no solo le da mayor profundidad al personaje, sino que también intensifica la atmósfera de desasosiego que envuelve la película.

Melford, sombras más allá de la luz

George Melford, conocido por su adaptabilidad como director, abordó este proyecto nocturno con una mezcla de pragmatismo y audacia. Su decisión de usar movimientos de cámara más fluidos y encuadres más abiertos contrasta con la rigidez de Browning, otorgando a la versión española un dinamismo que realza la narrativa visual.

En una entrevista rescatada de la época, Melford expresó que veía esta película como “una danza de sombras”, un concepto que guio muchas de sus decisiones estéticas.

Por ejemplo, en la escena inicial en el castillo de Drácula, la cámara recorre lentamente el espacio, deteniéndose en detalles como candelabros y telarañas, antes de enfocar al Conde. El tipo de enfoque utilizado no solo establece el tono, sino que también enfatiza el aislamiento y la decadencia del lugar.

Conclusión

La versión en español de Drácula (1931) no es simplemente una adaptación, sino una reinterpretación que aporta nuevas perspectivas a una historia inmortal. Desde las actuaciones matizadas hasta las decisiones estéticas de su director, esta película es un recordatorio de que el arte puede prosperar bajo condiciones aparentemente limitadas.

Si bien ha pasado demasiado tiempo relegada a la sombra de su contraparte inglesa, hoy en día se erige como una pieza esencial en la historia del cine de terror. Para el público hispanohablante, esta obra no solo es un clásico, sino también un testimonio del poder del idioma y la cultura para transformar y enriquecer las narrativas universales. En definitiva, Drácula (1931) en español es una joya que, como el propio Conde, nunca debería quedarse en el olvido.

Disponible: HBO Max

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