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La Narcosatánica: La historia de Sara Aldrete

6 minutos de lectura

Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. Tan solo tres capítulos de cuarenta minutos son suficientes para que la directora Pat Martínez logre plasmar en el documental La Narcosatánica: La historia de Sara Aldrete (2023), un interesante retrato de Sara Aldrete, protagonista directa de los hechos ocurridos en la localidad de Matamoros en México en la década del ’80.

Por César Arturo Humberto Heil

Terror real

En 1989, detienen a Sara en la ciudad de México y la acusan de pertenecer a una banda de narcotraficantes y practicantes de ritos satánicos. Estos incluyen asesinatos, mutilaciones y torturas, liderados por el “padrino” de la santería “Palo Mayombe”, Adolfo Jesús Constanzo.

Su historia, narrada por la propia Sara desde el penal de mujeres de Tepepan en México, comienza cuando tenía apenas 22 años. Allí se cruza con Contanzo en una avenida de Matamoros. Constanzo, inmediatamente subyuga a Sara, quien cae rendida ante su encanto y termina siendo miembro de la religión y mano derecha de este líder religioso con el rol de madrina.

El poder del mal y el rancho del horror

Adolfo Jesús Constanzo, cubano de nacimiento, fue una persona que se inició en la religión africana Palo Mayombe, en Haití. Este se radicó en México, donde fue un personaje sumamente poderoso. A través de rituales de brujería, Constanzo logró tener un poder inusitado. Se menciona que su poder era tan grande que se dedicaba a hacer trabajos para importantes personalidades de la política mexicana, la policía, el medio artístico e importantes narcotraficantes. 

Su poder también radicaba en que convencía a sus seguidores de que al tomar una bebida o pócima de un caldo con partes humanas, podrían ser invisibles e invencibles, lo que hacía que se sintieran prácticamente intocables.

Entre sus rituales, que comenzaron con sacrificios de animales y continuaron con humanos, se incluyen más de 20 asesinatos y desmembramientos de personas inocentes. Entre estos se encuentra el joven estudiante estadounidense Mark Kilroy, quien con tan solo 21 años perdió su vida a manos de esta secta de una manera extremadamente brutal e inimaginable. Hallaron su cuerpo con la columna arrancada, los sesos expuestos en un caldero y las piernas cortadas a la altura de las rodillas. Todos estos asesinatos tuvieron lugar en el rancho Santa Elena, propiedad los hermanos Serafín y Eloy Hernández, ubicado en las afuera de Matamoros.

La figura de Constanzo es trascendental en la vida de Sara Aldrete, quien ya lleva 31 años tras las rejas purgando una condena de más de 600 años, de los cuales deberá cumplir 50.
Su relación fue extraña, ya que Constanzo era bisexual y solía tener una relación sentimental con Omar Orea, uno de sus ahijados de religión y miembro de la secta. Para la justicia mexicana, Aldrete, además de ser la madrina religiosa, era considerada como su amante. Esto no queda del todo claro, ya que se contradice con los relatos de Sara, quien dice no haber tenido nunca una relación amorosa con Constanzo.

El principio del fin

La investigación se inicia con la muerte del joven Kilroy, quien era sobrino de Ken Kilroy, un importante funcionario norteamericano que trabajaba en la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. Pero el esclarecimiento del crimen de Kilroy se da gracias a un hecho fortuito. Comienza cuando, en un retén policial, una camioneta en la que viajaban varios miembros de la secta no se detiene, lo que inicia una persecución de la policía y posterior detención de una parte de esta banda.

La carretera por donde circulaban era la que conducía al Rancho Santa Elena. El vehículo, conducido por Serafín Hernández, quien fue uno de los secuestradores de Kilroy, condujo a la policía directamente al rancho, sede del culto y refugio de los asesinos. Lo que encontraron allí fue el horror más absoluto. Dentro de varias fosas había 13 cadáveres, en su mayoría hombres y, por supuesto, el cuerpo de Mark Kilroy.

Inmediatamente, la policía da una orden de búsqueda para Constanzo, Aldrete y otros dos miembros, Omar Orea y Martín Quintana, quienes al saberse buscados escapan para terminar refugiados en un departamento en la capital de México.

En este punto, la historia difiere de lo que cuenta Sara respecto a lo que dice la justicia. Sara menciona que ella se vio atrapada por Constanzo y que, en un intento por terminar con todo, arroja una nota de auxilio por la ventana diciendo que se encontraba secuestrada, la cual es recogida por un joven que avisa inmediatamente a la policía. La mirada de la justicia entiende que esa nota no tiene otra razón que hacerse pasar por una víctima de Constanzo por parte de Aldrete, y no como una miembro importante dentro de la organización.

Determinado a no ir a prisión, Constanzo comenzó a lanzar por las ventanas cientos de dólares para distraer a los policías, mientras disparaban a mansalva contra las patrullas. Después de varias horas de enfrentamiento, Constanzo entendió que no podría escapar de las manos de la policía. Fue entonces que le exigió a uno de sus discípulos que le disparara a él y también a Quintana. Cuando la policía finalmente irrumpió en el departamento, Constanzo y Quintana estaban muertos.

Esta última parte del documental es donde se pone más jugoso. Empiezan a aparecer las contradicciones entre lo relatado por Sara y los testimonios de quienes participaron en el operativo, que finalizó con su detención y la de otros miembros del culto. Según Aldrete, dice que es imposible que Constanzo se haya suicidado y que fueron acribillados por la policía para que no abrieran la boca, dada la gran cantidad de importantes personalidades de la política, la justicia, la policía y el espectáculo involucradas en los rituales. Para el fiscal Federico Ponce Rojas, el suicidio es la hipótesis más coherente y descarta todos los dichos de Sara.

En esta idea de conspiración con miembros poderosos, también se menciona el hecho de que en el allanamiento en el rancho Santa Elena, la policía terminara quemando la casa donde se practicaban los rituales y los asesinatos. Allí destruyeron toda evidencia para la investigación y eliminaron toda información sensible.

En otro momento del documental, Sara menciona que luego de ser detenida fue llevada a la morgue donde la policía, y especialmente el fiscal Federico Ponce Rojas, le practicaron distintos tipos de torturas. Entre los tormentos practicados, los cuales relata con lágrimas en los ojos, están la picana eléctrica, la obligación de quitarle el corazón al cuerpo de Adolfo Constanzo para comérselo delante de ellos o hacer lo mismo con el cerebro de Martín Quintana.

Las autoridades niegan estas acusaciones de forma categórica, aduciendo que Sara fue tratada adecuadamente y que son puras mentiras por parte de la condenada.

Conclusión

Con un ritmo que nunca decae, entrevistas a periodistas, policías y fiscales que intervinieron en el caso e imágenes de reconstrucción y archivos periodísticos fílmicos y gráficos, La Narcosatánica: La historia de Sara Aldrete es un documental muy interesante. Deja la duda sobre si Sara fue responsable de todos esos asesinatos o si solo fue una víctima del embrujo generado por el poder ilimitado de Constanzo.

También abre el interrogante sobre la relación entre los ambientes de poder y los trabajos de brujería con sacrificios humanos. Parece sacado de una ficción o una película de terror, pero en realidad es más real de lo que uno piensa.

Disponible: HBO Max

Calificación: Muy buena

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