The Alto Knights: una guerra de mafiosos narrada con ironía y artificio
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Bienvenidxs a una nueva nota de Revista Sincericidio. En The Alto Knights (2025), el veterano Barry Levinson –director de títulos emblemáticos como Rain Man (1988), La cortina de humo (Wag the Dog, 1997) o Good Morning, Vietnam (1987)– regresa al género criminal con una propuesta ambiciosa y, por momentos, desconcertante. La película, narrada en clave de thriller clásico, pone a Robert De Niro frente al espejo: interpreta tanto a Frank Costello como a Vito Genovese, dos figuras reales de la mafia neoyorquina de los años 50, rivales en una guerra silenciosa por el control del crimen organizado.
Por César Arturo Humberto Heil
Un duelo criminal contado desde dentro
La historia se cuenta desde el punto de vista de Costello, con De Niro hablando a cámara en primera persona, como si se tratara de un confesionario con ecos de documental. Este recurso rompe la cuarta pared y sitúa al espectador como testigo privilegiado del conflicto. Sin embargo, la elección de que De Niro encarne a ambos protagonistas, si bien audaz, bordea por momentos la parodia involuntaria: en su afán por homenajear al cine de gángsters, Levinson se acerca más al registro lúdico de una serie B a lo James Cagney que al dramatismo épico de El Padrino (1972).
Entre el caos narrativo y el estilo documental
El principal obstáculo de The Alto Knights es su primer acto: cuarenta y cinco minutos desordenados, acelerados, donde el guion de Nicholas Pileggi –autor de Casino (1995) y Buenos muchachos (Goodfellas, 1990)– abusa de la voz en off y de un montaje taquicárdico que impide establecer vínculos emocionales. La narrativa se presenta como una enumeración de episodios que apenas se conectan, acumulando información sin una progresión clara ni tensión dramática sostenida.
Pero cuando finalmente se centra en el núcleo del relato –la pugna entre la diplomacia calculada de Costello y la impulsividad violenta de Genovese– la película encuentra su rumbo. Ese choque de personalidades, acentuado por los matices que De Niro otorga a cada rol mediante el uso de prótesis, variaciones vocales y lenguaje corporal, funciona como el verdadero corazón del film. Hay incluso momentos de humor pintoresco –como la conversación absurda sobre los mormones camino a una reunión climática– que agregan una capa de ironía a esta ópera mafiosa.
Crónica de una traición real
La base histórica no es menor: Frank Costello, conocido como El Primer Ministro del Bajo Mundo, fue un mafioso Ítalo estadounidense que prefirió la influencia política y los negocios discretos al derramamiento de sangre. Vito Genovese, en cambio, representaba el ascenso de una mafia más violenta, ambiciosa y directa, ligada al tráfico de drogas y a la reorganización interna del crimen organizado. El atentado fallido contra Costello en 1957, orquestado por Genovese, marcó el declive del primero y el ascenso del segundo como cabeza de la entonces naciente Familia Genovese, una de las más poderosas de la Cosa Nostra. La película ficcionaliza estos eventos, pero se apoya en datos documentados que añaden tensión histórica al relato.

Un actor, dos caras y una leyenda en marcha
A sus 81 años, Robert De Niro sigue demostrando que es un actor con un rango y compromiso inquebrantables. Interpretar a dos personajes antagónicos no es un truco de ego, sino un ejercicio de profundidad interpretativa. “Son como dos caras de la misma moneda. Uno es racional, el otro impulsivo”, explicó De Niro en entrevistas. Más allá del resultado irregular de la película, su actuación es una clase magistral de contención y desdoblamiento.
Lo curioso es que el actor no podía decidir qué personaje interpretar, y por eso asumió el desafío de encarnar a ambos. Para diferenciarlos, usó no solo caracterización física (prótesis, peinados, maquillaje), sino también modulaciones de voz, gestos y ritmo corporal. En ese enfrentamiento consigo mismo, De Niro recuerda a sus mejores épocas y revitaliza un género que parece agotado, pero que todavía ofrece espacio para la experimentación.
El elenco se completa con figuras como Debra Messing (Bobbie Costello), Cosmo Jarvis, Kathrine Narducci y Michael Rispoli, quienes aportan matices y solidez a esta historia de traiciones, egos desbordados y poder a cualquier precio.
A lo largo de su carrera, De Niro ha protagonizado films icónicos como El Padrino II (1974), Taxi Driver (1976), Toro Salvaje (1980), La Misión (1986) y Heat (1995), por mencionar solo algunos. The Alto Knights no se suma a esa lista de obras maestras, pero sí confirma su vigencia como actor dispuesto a tomar riesgos.

Conclusión: un tributo imperfecto, entre el homenaje y la parodia
The Alto Knights no alcanza la estatura de los grandes clásicos del cine criminal, pero ofrece un entretenimiento con momentos de lucidez, nostalgia y elegancia formal. Barry Levinson se atreve a jugar con los códigos del género, aunque a veces se pierda en sus propias referencias. Lo que queda es la figura monumental de Robert De Niro, enfrentándose a sí mismo en un duelo actoral que, si no redefine su carrera, al menos la honra con dignidad.
Una película que no pasará a la historia, pero que merece ser vista como lo que es: un último vals entre dos leyendas del hampa y una del cine.
Disponible: HBO Max
